miércoles, 30 de julio de 2008

¡¡¡¡Estamos de vuelta!!!!

¡¡Por fin estamos de vuelta!! Han pasado muchos días desde la última vez que escribí. Desde hoy tenemos teléfono e Internet. Han sido días de actividad frenética tratando de hacer de nuestra nueva casa un hogar.

Pero vayamos por orden; empecemos por el principio, porque hay multitud de anécdotas que contar.

Lo último que conté es que salíamos para Alemania. Nos íbamos Juan y yo en coche. Unos 2000 km, dos días, una parada en Marsella para pasar la noche, un TomTom recién regalado por la comunidad para llevarnos sin perdernos mucho... Pues bien, salimos con ánimo, charlando, con buena música, disfrutando de los paisajes y de las indicaciones del TomTom. A medida que transcurría el viaje y se acercaba la noche, el ánimo se nos iba acabando, el cansancio hacía mella, los peajes se sucedían sin fin. Camino de Marsella adelantamos miles de camiones que atraviesan esa ruta. Y al fin llegamos a las puertas de Marsella. ¡Por fin! Pero no iba a ser tan fácil alcanzar la casa de los hermanos que nos iban a alojar. Un atasco interminable cuando sólo nos quedaban 3 minutos para llegar (según el navegador) nos retrasó más de tres cuartos de hora. Eran casi las 11. Y entonces descubrimos que los navegadores no son tan de fiar como los venden, especialmente dentro de ciudad (eso sí, por carretera, una maravilla). Con el primer desvío por obras nos condujo por callejuelas inverosímiles por las que a duras penas pasaba el coche. Y tras un rato interminable de callejear por gran parte de la ciudad, nos metió en un túnel larguísimo para decirnos que allí mismo, dentro del túnel, estaba nuestro destino (¡¡Mande??!!). Y para más inri el túnel terminaba, cómo no, en un peaje. Así que llamé a casa de José Antonio e Inmaculada (los hermanos que nos iban a hospedar), y a duras penas conseguimos encontrarnos. El problema con el navegador es que no controla muy bien los túneles: la casa de esta familia estaba justo encima de donde estábamos en el túnel (pero se le pasó que no llevábamos tuneladora…). José Antonio se echó las manos a la cabeza cuando nos vio llegar con la furgoneta cargada hasta la antena. “¿Estáis locos?”, nos dijo, “a estas horas a ver dónde aparcamos esto para que no os lo desvalijen!!”. Pero como el Señor siempre lo tiene todo pensado y nos va preparando el camino, vimos una vez más su mano poderosa. Este hombre llamó al rector del seminario, que debía estar en el quinto sueño, y nos permitió dejar el coche en el patio del seminario. ¡Qué bueno es el Señor! Nos contaban que hace años otra familia llegó en las mismas condiciones, dejó el coche aparcado en la calle y por la mañana se encontró que le habían mangado hasta las fundas de las almohadas.

Esto es sólo el comienzo. Nos queda mucho por disfrutar de esta aventura. Una vez más, gracias por estar ahí.

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