miércoles, 29 de octubre de 2008

Juventud, divino tesoro

Aprovechando un rato de tanquilidad voy a escribir unas pocas líneas. Tenemos a los pequeñajos convertidos en surtidores de mocos y pasan unas noches un tanto moviditas. ¡Ayer llegamos a dormir cinco en nuestra cama! Menos mal que la cama es grande y ellos aún ocupan poquito, pero os podéis imaginar que no dormimos demasiado.


Quería contar brevemente cómo veo la acción de Dios en la misión a través de nuestros hijos.

Ya comentaba en su día que, para nosotros, es un testimonio verles cómo asisten cada día a clase y están allí hora tras hora sin enterarse apenas de nada. Es cierto que cada vez van cogiendo más (sobre todo los pequeños). Pero no deja de ser sorprendente cómo aguantan un chaparrón de horas de no enterarse ni del nodo. Fijaos, el otro día Esther y yo estuvimos en una reunión con el sacerdote de la parroquia de nuestro barrio y los padres de los otros niños que van a hacer la primera comunión este próximo año --por cierto, ya aprovecho para decir que José hará la comunión el próximo 19 de abril, justo después de la Semana Santa, creo. Estáis todos invitados, así que ya podéis ir mirando billetes --. Pues a lo que iba, que fue una hora de esas que parece que no hubieran existido, porque se te pasan en blanco. No pillamos casi nada a pesar de estar con los cinco sentidos, de que intuyes de qué debe estar hablando y de que sólo era una hora. Así que estar así hora tras hora, día tras día, debe ser un auténtico suplicio.


Otro apunte acerca de las dificultades de los niños. La soledad. Al no poder hablar con nadie están casi siempre solos. A excepción de Miriam, que desde que le pedimos a laVirgen una amiguita, tiene a su amiga Celina pegada a ella como una lapa. Estamos por pedir otra que no sea tan amiga... Ella está muy contenta porque tiene a alguien con quien jugar. Pero incluso ahí también vienen los problemas, porque hay otras niñas en la clase que están intentando todo el día separarlas (físicamente, digo, porque suelen ir agarraditas de la mano). ¡Tanto es así que el otro día casi tiran a nuestra Miriam por las escaleras! Le hemos dicho que tiene que rezar por esas niñas para que sean buenas, y lo está haciendo cada noche. Con la fe que tiene nuestra pequeña, seguro que en breve veremos a estas niñas con deseos de entrar a un convento, jeje.


Luego está José. El pobre últimamente no tiene a nadie con quien jugar en los recreos. Pero además, debe haber niños del cole que le molestan. Así que se esconde en un rincón en los recreos y juega solo. Desolador, ¿verdad?


Isaac y Juan son enormemente afortunados porque se tienen el uno el otro. Ha venido un muchacho mejicano a la clase de Juan y los tres pasan los recreos juntos, pero solos. El otro día Juan no tenía clase las primeras dos horas, pero se fue antes para poder estar con su hermano en la primera pausa, para que no estuviera solo.

El otro día tuvimos una reunión en el insituto con el director y la tutora de Isaac. Pedían que llevara traductor... Así que me llevé a Luciano y a Jörg, que gracias a Dios siempre están dispuestos a echar un cable. Yo ni intervine, porque no me enteraba de nada y porque ellos se bastaban y sobraban para explicar nuestra situación, por qué estamos aquí, etc. Tanto es así que aprovecharon la coyuntura para hacerles un anuncio de la buena noticia, del amor de Dios, de la muerte y resurreción de Jesucristo... (el kerygma). Por lo que luego me resumió Luciano, la profesora estaba preocupada porque los padres de los demás alumnos se habían quejado porque Isaac, al no saber el idioma y no poder hacer casi nada, bajaba el nivel de la clase (???). Y la tutora decía que tampoco se lo explicaba, porque Isaac por no hacer no hace ni ruido en clase. Es decir, que no molesta.


A primera vista parece que los niños estén atravesando por una pesadilla, por un infierno innecesario que se podrían ahorrar si estuvieran en su tierra, entre los suyos, sin problemas de idiomas, con sus amigos... Pero no es así. Ellos están bien. Muy contentos, de hecho. Lo hablábamos el domingo en los laudes y también ayer, en una eucaristía que tuvimos en casa con Franklin, el sacerdote que cuida de las familias en misión. Vamos viendo y repasando los problemas de cada uno, la situación en la que se encuentran, pero sobre todo cómo se encuentran ellos y si quieren seguir o no.

Por eso digo que vemos patente la acción de Dios en ellos. Porque a pesar de todo el Señor les está concediendo una paz y una alegría que sólo puede venir de Él. Nos decía el otro día el catequista de Alemania, Toni, que los hijos no sufren por la misión, porque el Señor derrama su Gracia para ayudarles en sus dificultades y hacerles madurar de una forma que en ningún otro sitio podrían. Si sufren es por los pecados de sus padres, porque sus padres pierdan la fe en que Dios tiene poder, porque dejen de ver la obra de Dios, porque quieran hacer su propia voluntad, realizarse, etc. Así lo estamos viendo: nosotros estamos contentos y nuestros hijos también, a pesar de las dificultades, de las humillaciones, de los sufrimientos, de la soledad, de las incomprensiones... Porque tenemos lo esencial: al Señor de nuestra parte.


Pero, por supuesto, eso no quita que los que estáis al otro lado del blog no echéis una oración de vez en cuando por nosotros. Estoy convencido, es lo que nos mantiene fuertes. Sin vuestra oración la misión no existiría. Como en la guerra, detrás de la primera línea, de los que estamos en el frente, hace falta un ejército fuerte que apoye a los otros.

lunes, 27 de octubre de 2008

El combate escatológico

Hay días que piensa uno que mejor sería borrarlos del mapa, que para qué me habré levantado con lo agustito que se estaba en la cama y con lo que hay fuera... Pues bien, hoy hemos tenido un día de esos infames. Y más que por las cosas que ocurren de puertas adentro, por las noticias que te llegan de fuera. Por desgracia no puedo entrar en más detalles, porque son temas realmente delicados.

Hace tiempo hubiera pensado que qué mala suerte, que cómo es la gente, que no hay justicia... Pero hoy tengo una visión muy distinta. Porque el demonio existe. Y este desagradable personaje, que no está de vacaciones por el mundo, se las ingenia para tratar de destruir la imagen de Dios allá donde se vea: en la familia, en la comunidad, en la Iglesia, en el matrimonio, en los hijos.

Me venía a la mente un salmo que dice: "el Señor es mi pastor, nada me falta; en prados de fresca hierba me apacienta... aunque camine por valle oscuro, no temeré, porque tú vas conmigo". Vamos, que nuestro Padre no nos va a dejar en la estacada. Por mucho que intente el demonio desanimarnos, ponernos a prueba como a Job... y en definitiva arruinar nuestra vida para que nos apartemos del amor de Dios, el Señor es más fuerte. Si Él está por nosotros, ¿quién contra nosotros?
Por eso, a pesar de que humanamente hay veces que todo parece un desastre, que no hay solución, que todos los caminos se han cerrado; el Señor crea la luz de la oscuridad y es capaz de sacar el bien incluso del mal.

¡Ánimo a todos los que estáis sufriendo! El Señor saldrá vencedor. Confiad en Él. Poneos en sus manos. Perseverad en la oración.

viernes, 24 de octubre de 2008

Otro año de gracia

Parece que fue ayer cuando empezaba a afeitarme la pelusilla bajo la nariz, y resulta que hoy cumplo la friolera de ¡¡¡37 años!!! Sí, sí, ya sé que muchos pensaréis que ya os gustaría pillarlos. Pero a mí me parecen un montón. Fíjate, ya cerca de los 40... y con estos pelos... escaseando por doquier y con las primeras mechas plateadas.

Pero no penséis que me angustia en absoluto esto de cumplir años. Al contrario. Cada año que cumplo le doy muchas gracias a Dios por el año que me ha permitido disfrutar y por la oportunidad que me brinda de iniciar uno nuevo. No veo el futuro como una amenaza, porque como nos decía nuestra hermana en la fe Mari Carmen, "el futuro no existe, sólo es de Dios". Por cierto, me ha encantado tu correo. El Señor está haciendo auténticas maravillas contigo y con tus hijos. Eres para nosotros un regalo que nos ayuda a fortalecer nuestra débil fe, en serio. Que Dios te bendiga.

Y digo lo de nuestra poca fe porque basta cualquier cosa para que te tiemblen los cimientos, para que estés al borde de mandarlo todo a paseo y volverte a tu casa. Cada uno tenemos nuestros puntos débiles. El mío son nuestros hijos. Y mi soberbia. El otro día alguien me decía algo así como que qué estaba haciendo que nuestros hijos aún no hablaban alemán, que les cuesta relacionarse e integrarse. Todo esto al hilo de una carta que hemos recibido del instituto para que vayamos a hablar con la dirección por el tema de la integración de los muchachos (esto me parece normal, porque es su trabajo ver cómo ayudar a los muchachos y preocuparse por sus dificultades. Incluso voy preparado para que me den un tirón de orejas porque aún no hablan palabra de alemán. Aunque desde luego no comparto su inquietud, puesto que es impepinable que les costará muchos meses desenvolverse en este idioma tan difícil, hacer amigos, etc. y mucho más poder estudiar las asignaturas del nivel en el que están. De momento seguirán como están: sentados en sus sillas con cara de póker y deseando que pasen las horas para irse a comer. Normal). Pero lo que me descompuso es que el comentario sobre nuestros hijos venía de alguien que ha experimentado miles de veces la misericordia y la paciencia de Dios con nosotros, sus hijos rebeldes e inútiles. Bastaron unas pocas frases para que se me hinchara la vena y se me inflamaran los humores. El cebo estaba tendido y yo lo había mordido.

Pero qué sabio es el Señor, que me ha dejado mudo como a Zacarías. El Señor quiere que sea pequeño (y mira que no soy muy alto...). Pero como de mí lo que sale es la soberbia, el ser, rebelarme contra la cruz; el Señor me ha tomado la delantera y por eso nos ha traído aquí, donde no somos, donde no podemos hablar ni para decir "no más salchichas, por favor".
Gracias a Dios somos dos, y el Señor nos concede siempre que cuando uno está bajo, el otro esté fuerte. Así que fue Esther la que me ayudó con una sabiduría que me impresionó y me puso en mi sitio. Porque además mi pecado estaba arrastrando a nuestros hijos también al juicio, a la murmuración. Lo repito, qué sabio es el Señor y qué bien lo ha hecho todo, que ha dado al hombre una ayuda tan impresionante e imprescindible.
Ahora tengo deberes pendientes: pedir perdón a esta persona por el juicio que ha habido en mi corazón. Que el Señor me conceda la humildad necesaria para ello. Y que me ayude a tener misericordia, como Él la tiene cada día conmigo.

Un último apunte. El otro día teníamos una convivencia de comienzo de curso. Hubo algo que allí se dijo que me ha ayudado a confirmar nuestra vocación. Como ocurre con Zaqueo, que también era algo pequeñajo, el Señor se hace el encontradizo y va a su casa para salvarle. Lo tenía todo, pero le faltaba lo esencial: la Vida. Pues bien, a través de esta misión el Señor también se quiere encontrar con nosotros, con cada uno de nosotros. Pero lo importante es que el Señor ha venido a mi casa para salvarla. "Hoy la salvación ha llegado a esta casa". Que así sea. A través de algo tan simple (pero a la vez tan difícil en nuestras fuerzas) como hacer su voluntad.

Por cierto, a Miriam se le ha caído otro diente. La pobre tiene un enorme boquete por el que se le escapan todas las letras. Mateito ya está empezando a dar sus primeros pasos (incluso un par él solito).

Otro año de gracia

Parece que fue ayer cuando empezaba a afeitarme la pelusilla bajo la nariz, y resulta que hoy cumplo la friolera de ¡¡¡37 años!!! Sí, sí, ya sé que muchos pensaréis que ya os gustaría pillarlos. Pero a mí me parecen un montón. Fíjate, ya cerca de los 40... y con estos pelos... escaseando por doquier y con las primeras mechas plateadas.

Pero no penséis que me angustia en absoluto esto de cumplir años. Al contrario. Cada año que cumplo le doy muchas gracias a Dios por el año que me ha permitido disfrutar y por la oportunidad que me brinda de iniciar uno nuevo. No veo el futuro como una amenaza, porque como nos decía nuestra hermana en la fe Mari Carmen, "el futuro no existe, sólo es de Dios". Por cierto, me ha encantado tu correo. El Señor está haciendo auténticas maravillas contigo y con tus hijos. Eres para nosotros un regalo que nos ayuda a fortalecer nuestra débil fe, en serio. Que Dios te bendiga.

Y digo lo de nuestra poca fe porque basta cualquier cosa para que te tiemblen los cimientos, para que estés al borde de mandarlo todo a paseo y volverte a tu casa. Cada uno tenemos nuestros puntos débiles. El mío son nuestros hijos. Y mi soberbia. El otro día alguien me decía algo así como que qué estaba haciendo que nuestros hijos aún no hablaban alemán, que les cuesta relacionarse e integrarse. Todo esto al hilo de una carta que hemos recibido del instituto para que vayamos a hablar con la dirección por el tema de la integración de los muchachos (esto me parece normal, porque es su trabajo ver cómo ayudar a los muchachos y preocuparse por sus dificultades. Incluso voy preparado para que me den un tirón de orejas porque aún no hablan palabra de alemán. Aunque desde luego no comparto su inquietud, puesto que es impepinable que les costará muchos meses desenvolverse en este idioma tan difícil, hacer amigos, etc. y mucho más poder estudiar las asignaturas del nivel en el que están. De momento seguirán como están: sentados en sus sillas con cara de póker y deseando que pasen las horas para irse a comer. Normal). Pero lo que me descompuso es que el comentario sobre nuestros hijos venía de alguien que ha experimentado miles de veces la misericordia y la paciencia de Dios con nosotros, sus hijos rebeldes e inútiles. Bastaron unas pocas frases para que se me hinchara la vena y se me inflamaran los humores. El cebo estaba tendido y yo lo había mordido.

Pero qué sabio es el Señor, que me ha dejado mudo como a Zacarías. El Señor quiere que sea pequeño (y mira que no soy muy alto...). Pero como de mí lo que sale es la soberbia, el ser, rebelarme contra la cruz; el Señor me ha tomado la delantera y por eso nos ha traído aquí, donde no somos, donde no podemos hablar ni para decir "no más salchichas, por favor".
Gracias a Dios somos dos, y el Señor nos concede siempre que cuando uno está bajo, el otro esté fuerte. Así que fue Esther la que me ayudó con una sabiduría que me impresionó y me puso en mi sitio. Porque además mi pecado estaba arrastrando a nuestros hijos también al juicio, a la murmuración. Lo repito, qué sabio es el Señor y qué bien lo ha hecho todo, que ha dado al hombre una ayuda tan impresionante e imprescindible.
Ahora tengo deberes pendientes: pedir perdón a esta persona por el juicio que ha habido en mi corazón. Que el Señor me conceda la humildad necesaria para ello. Y que me ayude a tener misericordia, como Él la tiene cada día conmigo.

Un último apunte. El otro día teníamos una convivencia de comienzo de curso. Hubo algo que allí se dijo que me ha ayudado a confirmar nuestra vocación. Como ocurre con Zaqueo, que también era algo pequeñajo, el Señor se hace el encontradizo y va a su casa para salvarle. Lo tenía todo, pero le faltaba lo esencial: la Vida. Pues bien, a través de esta misión el Señor también se quiere encontrar con nosotros, con cada uno de nosotros. Pero lo importante es que el Señor ha venido a mi casa para salvarla. "Hoy la salvación ha llegado a esta casa". Que así sea. A través de algo tan simple (pero a la vez tan difícil en nuestras fuerzas) como hacer su voluntad.

Por cierto, a Miriam se le ha caído otro diente. La pobre tiene un enorme boquete por el que se le escapan todas las letras. Mateito ya está empezando a dar sus primeros pasos (incluso un par él solito).

lunes, 20 de octubre de 2008

Con los ángeles y los santos

Hoy por la mañana el Señor ha abrazado para siempre a Rafa, nuestro querido hermano en la fe. Después de una larga, agotadora y desigual lucha contra el cáncer, su cuerpo al fin descansa. Su alma ha partido para unirse al coro de los ángeles y del resto de los santos. Estoy convencido que desde un lugar tan privilegiado va a cuidar de su familia de una forma nueva: a través de sus oraciones, "cara a cara" con Dios.

Sé que el Señor va a ayudar a Mari Carmen y a sus hijos. Les va a dar la fortaleza y la paz que necesitan, en estos momentos y en los venideros. Nuestras oraciones y las de tantos hermanos que estamos a su lado (espiritualmente en nuestro caso) les ayudarán a abrazar la cruz, a ver la luz en el sufrimiento, a descansar en la voluntad de Dios, a descubrir el inmenso amor que Dios les tiene.

Ahora, que lo más fácil es que salga pedir cuentas a Dios, preguntarse por el sentido de la vida y lo que parece el sinsentido de la muerte, es ahí donde nuestra fe, donde Jesucristo mismo sale a ayudarnos. Y nos recuerda que Él mismo ha pasado por ella para abrirnos las puertas de la Vida inmortal, para prepararnos las eternas moradas. Porque no se quedó en la muerte, sino que el Padre lo resucitó y está sentado a su derecha. Y ese es el destino para los que en Él han creido. Sin duda.

Esto parece una homilia... y yo no soy cura. Ellos hablan mucho mejor (bueno, algunos al menos ;-). Yo sólo escribo mis reflexiones, mi fe, porque es lo que creo firmemente, de lo que estoy seguro. Así nos lo dijo el mismo Cristo. Y Él nunca me ha engañado.

Me caigo de sueño. Incluyo un par de fotos de la familia. Mi particular homenaje y recuerdo.
Rezd por ellos, por favor. Que el Señor les conceda los siete dones del Espíritu Santo, especialmente el de fortaleza.










sábado, 11 de octubre de 2008

Tiempo de vivir

Llevo tiempo sin acercarme por el blog. Las vacaciones absorben más que el trajín diario. Y últimamente estoy un tanto vago, todo hay que decirlo. Me parece como si no hubiera nada relevante que contar. Pero no es verdad. Incluso lo que parece rutina lleva consigo un milagro: el milagro de la vida.

Esta mañana recibíamos un correo que nos ponía al día del estado de Rafa, nuestro querido hermano en la fe. Su vida se está apagando. Su tienda en este mundo se desmorona, porque la mansión que le ha preparado el Padre está ya casi lista. Y le espera con los brazos abiertos, como al hijo pródigo, que vuelve a casa tras un largo destierro lleno de vicisitudes. Pero ahora le espera la paz, la alegría de encontrarse con el Padre, la felicidad que no termina, el gozo de estar siempre alabando y bendiciendo al Señor. Es el tiempo de cuidar de los suyos, de cada uno de los tesoros que deja en este mundo, intercediendo día y noche ante el Padre. Es la comunión de los santos. Él ya ha librado el buen combate de la fe, ha sido acrisolado a través de la enfermedad, del sufrimiento, de la necesidad, de la incomprensión. Al igual que decía San Pablo, ha sabido vivir en toda circunstancia. Y ha podido porque se ha apoyado en aquel que le confortaba. Ahora le toca recibir el pago merecido: "en pago, mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia".

Siempre he pensado que el día que llegue mi hora de pasar al Padre me gustaría que fuera rápido, para no sufrir. Pero francamente, viendo a este hermano y a tantos otros santos que el Señor nos ha concedido conocer, el disponer de un tiempo de preparación para la partida es una gracia inmensa.
Es cierto que debemos estar siempre preparados, porque no sabemos ni el día ni la hora. Pero a mí me cuesta vivir así. Siempre pienso que habrá un mañana y un pasado mañana, y un año que viene; que hay tiempo. Eso mismo decía el padre Cantalamessa al hilo del evangelio de este domingo. Cuántas veces posponemos lo realmente importante por lo aparentemente urgente. Lo importante (lo único importante, realmente) es estar preparados para el banquete, estar bien dispuestos para participar de la salvación conseguida por Cristo. Y esto requiere una conversión diaria, volvernos una y otra vez de cara a Cristo. Ver y reconocer lo que somos; sin tristeza, porque al fin y al cabo somos barro, y el Señor lo sabe. Cada día es una nueva oportunidad que Él nos concede para prepararnos, para vestirnos de fiesta para el banquete de bodas.
Lo urgente es todo aquello que parece importante, pero que nos distrae y nos aparta de lo realmente importante: "sí, lo haré, por supuesto, apenas termine ese trabajo, cuando haya arreglado la casa, cuando haya pagado todas las deudas... Hasta que uno se da cuenta que es demasiado tarde. Ahí está el engaño: se pasa uno la vida persiguiendo mil pequeñas cosas que arreglar y nunca se encuentra tiempo para las cosas que verdaderamente inciden en las relaciones humanas y pueden dar verdadera alegría (y, abandonadas, la verdadera tristeza) en la vida."

Hoy este evangelio del día y, sobre todo, el evangelio de la vida me llevan a pensar en lo importante que es para mí vivir de verdad lo que creo. No porque esté de misión tengo garantía de nada. La única garantía que tengo es que Dios me ama.

Hoy desde aquí quiero pediros que os acordéis en vuestras oraciones especialmente de Rafa, de Mari Carmen, su esposa, y de cada uno de sus siete hijos. Que el Señor les conceda fortaleza y paz en este paso hacia la Vida.

sábado, 4 de octubre de 2008

Diez años de alegría

Andamos estos días de celebraciones. Y creo que estamos en el país adecuado. Aquí las tartas son el alimento básico de las fiestas. El otro día, sin ir más lejos, en el colegio de los niños se celebraba una semana especial en la que se iba a trabajar sobre la salud, la comida sana, etc. Como colofón, el sábado invitaban a todos los padres a ver los trabajos de los niños, y se nos instaba a colaborar con comidas caseras. Pero curiosamente para ser la semana de la comida sana, no había mucho donde elegir: había que llevar una tarta (eso sí, podíamos elegir de manzana, de ciruela, de cereza...). Y lo mejor es que luego te cobraban para poder comer un trozo de tu propia tarta. Hace un par de días recibimos un papelito del colegio donde (creo) que ponía que habían sacado alrededor de 1000€. No está mal la idea: tú trabajas y encima te cobro tu trabajo. Y yo que pensaba que los españoles éramos espabilados...

Bien, decía que estamos de celebraciones porque hoy día 4 (ya casi 5) es el cumpleaños de Juan y de José. Se llevan exactamente 8 años (dice Esther que cree que incluso nacieron a la misma hora). Curioso, ¿verdad? Ayer invitamos a casa a Luciano y Mamen con su tropa, más la chica en misión que está en su casa, más los hijos de la familia alemana (éstos ya son mayorcitos, alguno incluso está casado), más alguno que se autoinvitó. Había más gente en casa que el domingo pasado en nuestra parroquia en la misa de la tarde (y no exagero). Esto parecía Eurovisión, porque hasta cantamos en español, alemán, inglés. Y Esther nos deleitó bailando La campanera... todo un espéctaculo. Los alemanes con la boca abierta. Porque aquí lo más que se mueven en las fiestas es para empinar el codo...jejeje. Bueno, eso es lo que dicen; yo aún no le he llegado a ver.
Hoy también ha sido el aniversario de Luciano y Mamen. Once años de matrimonio.

Pero la celebración más especial ha sido la de nuestro décimo aniversario. Sí, sí, como lo oís. El día 3 de octubre hicimos 10 años de casados, que se dice pronto.

El año pasado, como no teníamos muy claro dónde estaríamos este año, el Señor nos concedió celebrarlo por todo lo alto regalándonos un viaje a Venecia. Este año, obviamente, la cosa no podía ser tan a lo grande. Pero nos ha concedido celebrarlo de un modo más sencillo, pero mucho más contentos. Estuvimos cenando en un restaurante chino donde tienen marisco (gambas, tampoco penseis que hablamos de langostas, etc) y pescado fresco y que te preparan a la plancha al momento. Como es buffet puedes comer lo que te dé la gana. Y todo por 12€. Teniendo en cuenta que el pescado y el marisco apenas se ve por estas tierras, esto es como un oasis en medio del desierto.

Ponía en el título "Diez años de alegría", en memoria del famoso libro "Cien años de soledad" de García Márquez. Y es que esas palabras resumen lo que ha sido nuestro matrimonio hasta la fecha. Muchas veces nos lo decimos: ¡qué afortunados nos sentimos de tenernos el uno al otro! Constantemente (bueno, menos cuando nos enfadamos, claro) le doy gracias a Dios porque me reservó lo mejor que tenía, su obra de arte, el corazón más hermoso que conozco. Y cuánto agradezco al Señor que me diera la paciencia para esperar a la mujer que Él había pensado para mí desde siempre.

Cuando echo la mirada atrás, estos diez años han tenido de todo. Es cierto que hemos atravesado por turbulencias, por momentos de seria crisis, especialmente por temas con los hijos. Pero hay algo que ha sido fundamental para salir siempre adelante: teníamos la misma fe y la compartíamos. Cristo ha sido siempre la roca en la que nos hemos apoyado. Cuando peor lo pasábamos, más nos agarrábamos a la oración, más pedíamos que rezaran por nosotros. Es lo que nos ha mantenido fuertes. Sin Él hace tiempo que cada uno estaría ya por su lado. Porque menudos somos: soberbios y orgullosos como pocos. Pero si hay algo en lo que el Señor me ha ayudado en el matrimonio es a perdonar y a sentirme perdonado. Tan importante es una cosa como la otra. Y eso lo he ido aprendiendo poquito a poco, gracias sobre todo a la ayuda inestimable que he recibido desde la Iglesia, a través de la comunidad, de nuestros catequistas.

Hoy amo a mi esposa mucho más que hace diez años. Y me alegra ver cómo nuestros cuerpos se van estropeando, cómo nos van saliendo canas, etc, porque eso quiere decir que estamos envejeciendo juntos. Esa era mi ilusión y mi esperanza cuando nos casamos. Y el Señor me lo ha concedido ver hasta el día de hoy. Mañana habrá que seguir luchando por el matrimonio. Porque el amor no se conserva: es como el fuego, o se aviva o se apaga. Cada día es una nueva oportunidad de enamorarse, de hacer algo el uno por el otro, de quererse, de cuidarse, de apoyarse, de hablarse, de escucharse... incluso de sufrirse.

Y cada hijo es el sello de nuestro amor. Un amor que el Señor va bendiciendo con frutos reales. Por eso no tenemos miedo a dar la vida, porque cada hijo es una bendición, un regalo que el Señor nos confía como administradores.

En fin, creo que ya está bien por hoy. Mañana tenemos que madrugar para una nueva celebración. Esta vez en la parroquia. No tengo muy claro lo que se celebra, pero se van a juntar las dos comunidades eclesiales, la alemana y la italiana, se va a hacer una misa en ambos idiomas y luego una comida de confraternización. Vamos, que debe ser muy importante.
Y como es a las 10 de la madrugada, me voy a la cama.