sábado, 11 de octubre de 2008

Tiempo de vivir

Llevo tiempo sin acercarme por el blog. Las vacaciones absorben más que el trajín diario. Y últimamente estoy un tanto vago, todo hay que decirlo. Me parece como si no hubiera nada relevante que contar. Pero no es verdad. Incluso lo que parece rutina lleva consigo un milagro: el milagro de la vida.

Esta mañana recibíamos un correo que nos ponía al día del estado de Rafa, nuestro querido hermano en la fe. Su vida se está apagando. Su tienda en este mundo se desmorona, porque la mansión que le ha preparado el Padre está ya casi lista. Y le espera con los brazos abiertos, como al hijo pródigo, que vuelve a casa tras un largo destierro lleno de vicisitudes. Pero ahora le espera la paz, la alegría de encontrarse con el Padre, la felicidad que no termina, el gozo de estar siempre alabando y bendiciendo al Señor. Es el tiempo de cuidar de los suyos, de cada uno de los tesoros que deja en este mundo, intercediendo día y noche ante el Padre. Es la comunión de los santos. Él ya ha librado el buen combate de la fe, ha sido acrisolado a través de la enfermedad, del sufrimiento, de la necesidad, de la incomprensión. Al igual que decía San Pablo, ha sabido vivir en toda circunstancia. Y ha podido porque se ha apoyado en aquel que le confortaba. Ahora le toca recibir el pago merecido: "en pago, mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia".

Siempre he pensado que el día que llegue mi hora de pasar al Padre me gustaría que fuera rápido, para no sufrir. Pero francamente, viendo a este hermano y a tantos otros santos que el Señor nos ha concedido conocer, el disponer de un tiempo de preparación para la partida es una gracia inmensa.
Es cierto que debemos estar siempre preparados, porque no sabemos ni el día ni la hora. Pero a mí me cuesta vivir así. Siempre pienso que habrá un mañana y un pasado mañana, y un año que viene; que hay tiempo. Eso mismo decía el padre Cantalamessa al hilo del evangelio de este domingo. Cuántas veces posponemos lo realmente importante por lo aparentemente urgente. Lo importante (lo único importante, realmente) es estar preparados para el banquete, estar bien dispuestos para participar de la salvación conseguida por Cristo. Y esto requiere una conversión diaria, volvernos una y otra vez de cara a Cristo. Ver y reconocer lo que somos; sin tristeza, porque al fin y al cabo somos barro, y el Señor lo sabe. Cada día es una nueva oportunidad que Él nos concede para prepararnos, para vestirnos de fiesta para el banquete de bodas.
Lo urgente es todo aquello que parece importante, pero que nos distrae y nos aparta de lo realmente importante: "sí, lo haré, por supuesto, apenas termine ese trabajo, cuando haya arreglado la casa, cuando haya pagado todas las deudas... Hasta que uno se da cuenta que es demasiado tarde. Ahí está el engaño: se pasa uno la vida persiguiendo mil pequeñas cosas que arreglar y nunca se encuentra tiempo para las cosas que verdaderamente inciden en las relaciones humanas y pueden dar verdadera alegría (y, abandonadas, la verdadera tristeza) en la vida."

Hoy este evangelio del día y, sobre todo, el evangelio de la vida me llevan a pensar en lo importante que es para mí vivir de verdad lo que creo. No porque esté de misión tengo garantía de nada. La única garantía que tengo es que Dios me ama.

Hoy desde aquí quiero pediros que os acordéis en vuestras oraciones especialmente de Rafa, de Mari Carmen, su esposa, y de cada uno de sus siete hijos. Que el Señor les conceda fortaleza y paz en este paso hacia la Vida.

No hay comentarios: