viernes, 30 de enero de 2009

Reconciliado con el pasado

Hace relativamente poco entendí y pude comprobar la importancia del sacramento de la reconciliación. Hasta entonces me parecía un sacramento como si dijéramos menor, y bastante incómodo por cierto. Eso de tener que decirle tus pecados a otro no es plato de gusto. Pero fue leyendo a mi teólogo favorito, Scott Hahn, - "Reconciliados con Dios", creo que se llama el libro que trata de este tema - como descubrí el tesoro oculto que hay detrás. Realmente la confesión supone una reconciliación con el Padre, con aquellos con los que tenemos alguna deuda y sobre todo con uno mismo. De ahí viene la paz y la alegría que sientes tras acudir al sacerdote. Pero también de la gracia que conlleva el sacramento. Esa gracia te fortalece y te ayuda para el combate.

Menciono esto porque hace unos días tuvimos una celebración penitencial. Y es curioso, pero la gracia empezó a actuar ya antes de la propia celebración. Es sólo una anécdota. Pero a mí me ayudó a ver lo débil que soy y lo mucho que necesito al Señor en el día a día.

La historia empezó unos días antes, cuando los pequeños trajeron del colegio unas hojas para solicitar ayudas para material escolar para el curso que viene. Me convencieron para que las rellenase, aunque me parecía un poco tonto porque con los ingresos que tenía antes de "jubilarme" me salgo de todas las tablas. El caso es que entregué los papeles y a los pocos días me llegó una carta en la que me requerían justificantes de ingresos actuales y pasados. Concretamente las nóminas de este año anterior. Me entró la risa, porque la última nómina incluía el incentivo que me concedió Ericsson por la baja voluntaria (una nota al margen: ¡qué bien hace el Señor las cosas...!). Vamos, que era absurdo presentar esa nómina porque cuando la vieran sí que les iba a entrar a ellos la risa floja. Así que me pasé la tarde pensando cómo trucar el tema: que si no presentar la última nómina, que si escanearla, retocarla e imprimir una versión menos escandalosa (total, no iban a poder comprobar nada)...

Pero, cómo diría, no me sentía muy allá. Llámalo remordimientos. Llámalo conciencia. Yo lo llamo Espíritu Santo, que vino en mi auxilio.
De repente me dí cuenta de lo ruin que puedo llegar a ser, y total por cuatro duros. Me acordé de ese pasaje de la escritura que dice que si no eres fiel en lo poco, en lo que no importa, ¿cómo te van a confiar lo que importa? Y pensé también: vaya, y dentro de un rato, en la confesión ¿qué le digo al sacerdote? Padre, me confieso de que mañana voy a defraudar. Pues hijo, es fácil, no lo hagas. Ya, pero es que con lo que me ha costado...
Por eso decía antes que el sacramento de la reconciliación, su gracia, empezó a actuar "con carácter retroactivo", en el pasado... La paz que me quedó en el cuerpo cuando tomé la determinación de no ser un pirata (me dije: menudo misionero estás hecho; y luego se te llena la boca diciendo que lo has dejado todo; y resulta que eres capaz de vender tu alma por un plato de lentejas). Porque además tengo experiencia de que el Señor ayuda, de que va por delante cuando vas con la verdad, cuando apuestas por Él.

Otro día, más. Toca dormir un rato. No dejéis de rezar por nosotros, por favor. Ya veis que somos débiles. Y que necesitamos vuestras oraciones más que el comer.

lunes, 26 de enero de 2009

Hijos de Dios

Últimamente estoy un poco bajo de forma. Será el constipado, que ya me dura un par de semanas. Es como el buen desodorante, que no te abandona. Y así estamos todos, con los mocos colgando y tos perruna. Y eso que ya está llegando la primavera a Ludwigshafen. ¡Hoy hemos llegado a los 3º!

Ayer estuvimos de celebración: ¡el pequeño Mateo ha cumplido un año! Cómo pasa el tiempo. Parece que fue ayer cuando supimos que íbamos a tener otro pitufillo en casa, y hoy ese pitufillo ya corre que se las pela. A ver si descargo las fotos de la cámara y cuelgo (Google mediante) alguna más actual en la página.
Aunque es un poco travieso y desobediente (como su mamá...), es una bendición. Cada hijo es una bendición. Sobre todo de pequeñitos, que están para comérselos (luego te arrepientes de no habértelos comido, jeje). Es cierto que a medida que crecen dan quebraderos de cabeza y aceleran la aparición de las canas en los papás. Doy fe, que ya empiezo a peinar plata en mis sienes. Pero aun así, cada hijo que el Señor concede es un milagro. Es el milagro y el misterio de la vida (y si no que se lo digan a los matrimonios que no pueden tenerlos). En Roma conocimos a un matrimonio estupendo que llevaban muchos años casados sin descendencia. Estaban como locos con nuestros hijos. Ahora están en trámites para adoptar a un niño oriental. ¿Por qué el Señor elige a unos sí y a otros no? O como dice el salmo, ¿por qué la estéril queda encinta, mientras la madre de muchos queda baldía? Es un misterio. Porque el plan de Dios para cada hombre es un misterio. Pero para todos es un plan de salvación; para sí y para los que les rodean.
¿Quién me iba a decir a mí que sería padre de familia numerosa; yo, que soy egoísta hasta decir basta? Pues precisamente por eso. El Señor conoce mi corazón. Y lo que necesito para poder encontrarme con Él. Y me ha metido de lleno en una misión (la de ser esposo y padre) que me ayuda para que ese plan de salvación tenga éxito. ¿Qué original es el Señor, verdad?!
Hoy leía que está casi listo el proyecto de ley que va ampliar la vigente ley del aborto en España. Y me daba mucha lástima. Lástima no tanto por los niños; que, como los Santos Inocentes, van directamente al Padre a formar parte del ejército de los santos, nuestros intercesores ante Él. Sino lástima por los padres; por esas parejas, esas madres que quedan marcadas, heridas en lo más profundo.
¿Cómo es posible que el demonio haya sido capaz de engañar de tal forma a esta sociedad para que se vea el regalo, el don de la vida como una amenaza, como una enfermedad de la que hace falta curarse, protegerse y evitar a toda costa? Gran victoria la suya, sí, señor.
Pero para eso estamos los cristianos. Para desenmascararle. Y para decir sin miedo que la vida es un don del que no somos dueños. Que es una gracia inmensa para los padres. Y es que tener un hijo te ayuda a salir de ti mismo, de la comodidad que te aplasta en el sillón, de mirarte al ombligo, de dártelo todo. En definitiva, te ayuda a ser persona.

Ahora que digo lo de que la vida es un don, me acordaba de un compañero de mi antiguo trabajo al que le han detectado un cáncer de colon. ¿A quién pertenece la vida, sino a Dios, que la da y la pide cuando quiere? El tiempo que nos concede en este mundo es un camino hacia Él. Y nos pone acontecimientos en los que desea que le descubramos, que nos volvamos hacia Él, que descubramos lo mucho que nos ama. La enfermedad no es un castigo divino, como se oía decir antes. Es una oportunidad inigualable para abandonarnos en los brazos del amado, para descansar en su voluntad. Pero claro, eso es complicado verlo cuando estás sufriendo por el dolor y cuando el miedo y la incertidumbre por el futuro te atenazan. Espero que el Señor le ayude en este tiempo de combate. Yo rezaré. Es lo único que puedo hacer. Pero sé el poder que tiene la oración y la fe. Y sé que Dios le va a ayudar.

Me voy a la cama. Hoy he podido colgar una foto. Es de estas Navidades, de la eucaristía que tuve con mi comunidad de Alcorcón.


domingo, 18 de enero de 2009

El caos de Roma

Después de unos cuantos días sin poder acercarme al ordenador por motivos varios, por fin tengo un ratillo (o eso espero...).


El otro día decía que marchábamos a Roma para el envío que nos iba a hacer el Papa. El resumen es que fue un caos que mereció la pena. Fue un caos en cuanto a cómo se organizó la entrada y la colocación de tantísima gente. Según leía el día anterior, se esperaban del orden de 25.000 personas. Y ciertamente aquello fue una marea humana, descontrolada y ansiosa por entrar en la basílica y conseguir un asiento. La verdad es que en estas situaciones es cuando ves salir lo peor de cada uno, sea cristiano o no. Y si encima no está mínimamente organizado, la cosa se convierte en una batalla campal. Nosotros, que íbamos con los niños, llegamos a temer por su integridad. Nos costó un triunfo llegar todos juntos, sin que nadie se perdiera. Pero claro, cuando conseguimos entrar allí ya no cabía un alfiler. Por mucho pase que lleváramos nos tocó estar de pie (o en su defecto, sentados en el suelo) en un lateral de la basílica donde no se veía ni oía prácticamente nada. Tanto es así que Esther decidió salirse fuear de la basílica, a la plaza, para poder ver y oir algo en las pantallas que había fuera. Y la verdad es que probablemente fue la única que se enteró. En fin, con la ilusión que nos hacía el envío, el que los niños sintieran la cercanía del Papa... Pues no pude ser.


Pero por otro lado tuvimos una experiencia maravillosa con la comunidad que nos recibió allí en Roma. Nos cuidaron, nos mimaron como si fuéramos el mismo Cristo que venía a vistarles. Estuvieron pendientes constantemente de nuestras necesidades, nos abrieron sus casas, nos invitaron. Realmente un regalo. Vimos cómo la comunión de los santos en la Iglesia es algo real. Y cómo el Espíritu Santo concede el don de lenguas y el entendimiento. Nos regalaron el poder compartir una eucaristía, donde nosotros y otra familia en misión (polacos ellos, destinados a Estocolmo, Suecia) pudimos dar nuestra experiencia y hablar de nuestra vocación.
Estoy seguro que el Señor les concederá el ciento por uno por habernos acogido como lo hicieron.


Por lo demás, hemos vuelto a la rutina, que no ha sido fácil después de tres semanas de vacaciones en Madrid. Y no ha sido fácil porque allí, por unos días, te sentías de alguna forma especial. Mucha gente te paraba por la calle, te preguntaban, se interesaban por la misión. Entendí lo que debe sentir los famosos cuando salen a la calle... Llegó un momento en que ya iba mirando sólo al suelo para evitar encontrarme con nadie más, jeje.


Pero la prueba dura era para los niños. Ellos fueron los mejor acogidos y más agasajados. Eran el centro de atención. Y de fiesta, sin colegio ni deberes, yendo y viniendo con sus amigos, pues la vuelta resultó dura. Menos mal que los Reyes Magos venían aquí para darnos motivos de peso para regresar...


Ahora llevamos todos unos días con los mocos colgando. Hemos visto (y sentido) los 15º bajo cero famosos de los que me hablaban. Me parece increíble que la temperatura máxima un día puedan ser 10º bajo cero. Pero más increíble aún es que al día siguiente lo mismo, y al otro y al otro. Se ha hecho un poquito largo. Porque da una pereza siquiera asomar la nariz por la ventana. La nieve que cayó antes de que llegáramos ha durado más de diez días. Hasta prácticamente ayer, que subió la temperatura y ahora está lloviendo.


Y ayer sin ir más lejos me pillé yo un trancazo de aupa. Estuvimos moviendo muebles. Porque desde el pasado domingo están por fin aquí en Ludwigshafen la cuarta familia en misión. Les encontramos casa en diciembre. Pero estaba más vacía que la cabeza de alguno que yo me sé: sin muebles - siquiera en la cocina -, sin electrodomésticos... nada de nada. Así que, sobre la marcha, estamos amueblando la casa con todo lo que hemos ido reuniendo en los últimos meses (de gente que renovaba el mobiliario, de la parroquia que se cerró, etc.). Se trata de que estos primeros días sean lo menos traumáticos posible. Porque ciertamente lo van a ser. Haberlo dejado todo, romper con tu tierra, con tu gente, con tu familia y especialmente con tu idioma, no es plato de gusto. Pero como dice el Evangelio, el Señor provee. Esta mañana lo leíamos al rezar laudes. El Señor envió a los apóstoles sin nada más que lo puesto, pero con poder para expulsar demonios y para curar. Es decir, el Señor no te manda solo. Va contigo, te acompaña y va por delante en la misión que te encomienda. Así venimos nosotros. Así vamos todos los que hemos partido a los cinco continentes. Con la esperanza y la confianza de que la misión la lleva el Señor y de que Él nos va a cuidar como lo ha hecho hasta la fecha.


Bien, corto y cierro. Tengo a Mateito encima y también quier escribir.....

miércoles, 7 de enero de 2009

Un testimonio valiente

Aprovechando que unos duermen y otros juegan, iba a contar un poquito las vacaciones, como en el cole cuando volvíamos del verano. Pero entonces, haciendo limpieza de los cientos de correos que aún tengo por leer de estos días de Navidad, he dado con la homilía que dio el cardenal austriaco Christoph Schönborn en marzo del año pasado con motivo de la convivencia que mantuvieron todos los obispos de Europa con los fundadores del Camino Neocatecumenal en Jerusalén, en el Cenáculo.

Me ha encantado, porque refleja la situación de Europa, de su iglesia, sus heridas históricas y lo providencial que ha sido esta realidad eclesiástica que acaba de cumplir 40 años de vida.
Por cierto, este fin de semana se celebran en Roma esos 40 años. Allí estaremos nosotros, pero en nuestro caso para ser enviados "oficialmente" por el Papa como familia en misión. Doscientas y pico familias que hemos partido o vamos a partir a todos los rincones del planeta. Rezad por nosotros.

"[...]¿Cuál es la culpa de Europa?

La culpa principal de Europa es el No a la vida. [...] Europa ha dicho tres veces no a su futuro.
La primera vez en el '68 (ahora "celebramos" los cuarenta años, en el rechazo de la "HUMANE
VTTAE"), la segunda vez en el'75, cuando las leyes del aborto han inundado Europa y la tercera vez... justo ayer he recibido la noticia de que en Austria el gobiemo se ha puesto de acuerdo en el "matrimonio de los homosexuales", también en Austria - el tercer No al futuro, a la vida -- [...]Europa está muriendo por haber dicho No a la vida. Tengo en el corazón el decir esto en este lugar, donde jesús nos ha dicho que recibimos el perdón de nuestros pecados, porque pienso que también es un pecado de nosotros Obispos, aunque ninguno de nosotros fuera obispo en el '68.
En Alemania hoy sobre cien padres hay sesenta y cuatro hilos y cuarenta y cuatro nietos. Esto quiere decir: en una generación,la población alemana sin la inmigración, disminuye a la mitad. Hemos dicho No a la "HUMANE VT[AE". Nosotros no éramos todavía Obispos, pero nuestros hermanos no han tenido el ánimo de decir un SI claro a la "HUMANE VITAE."
Ha habido excepciones. La del cardenal de Berlin en el '68; el Cardenal Bentsch, preparó un texto para la conferencia episcopal alemana, que ha sido un texto profético. Este texto desapareció y ha salido otro texto, el "Die Kónigsteinerklaerung", que ha debilitado Alemania, la Iglesia Católica en Alemania.
Ha habido otra excepción, en Cracovia: un grupo de teólogos en el '76, fue profético, bajo la guía del ya Arzobispo Cardenal de Cracovia, el muy querido Papa juan Pablo, que escribió un
memorándum y este texto lo mandó a pablo VI.


[...]
Y luego ha habido un loco, en España, en las barracas con una loca que han tenido el ánimo de
decir Sí a la vida, sí a la HUMANE VITAE, yendo contracorriente. [...] Pero de estos locos, locos en Cristo, de estos locos ha salido una realidad que es tan innegable como la realidad del derrumbamiento demográfico europeo: son las familias del Camino. Son las familias del Camino, que nos dan en esta Europa el testimonio de que Pablo VI tuvo tazón: que la vida es el gran regalo de Dios, y que el Sí a la vida es la condición de una vida feliz, es una condición de una Europa viviente.


Pero nosotros Obispos, cerrados tras las puertas por la angustia no de los judíos sino de la prensa y también por el miedo de la incomprensión de nuestros fieles, no hemos tenido valentía. En Austria hemos hecho el "die Mariatrosterkaerung", en Alemania el "Kónigsteinerklaerung", y esto ha debilitado el sentido de la vida en el pueblo de Dios. Esto ha desanimado a decir Sí a la vida.

Entonces cuando ha venido la ola del aborto, la Iglesia estaba debilitada, porque no aprendió este
ánimo de resistencia que hemos visto en Cracovia. El Papa Juan Pablo II nos ha enseñado durante todo el pontificado este coraje de decir Sí a Dios, a Jesús, también al precio de ser despreciado. Pero nosotros estábamos tras las puertas cerradas por el miedo, y pienso que, aunque no éramos Obispos en la época, tenemos que arrepentimos de este pecado del episcopado europeo que no ha tenido el ánimo de sustentar con fuerza a Pablo VI. Porque hoy llevamos todos, en nuestras iglesias, en nuestras diócesis, el peso de las consecuencias de este pecado.


[...]
"Hermanos, sé que actuasteis por ignorancia", les dice Pedro a los judíos, a sus hermanos. Habéis
actuado por ignorancia. Si hubiéramos sabido las consecuencias de este No a la vida, nunca
habríamos dicho un No a la "HUMANE VITAE." Habríamos tenido el ánimo de decirles a nuestros fieles: tened confianza, creed en la vida. Pero no hemos tenido el ánimo.


¿Qué consuelo tenemos para Europa?

Yo os digo mi experiencia de Obispo, pobre pecador.
Yo veo las familias del Camino, de las Comunidades, personas que por una catequesis, por una
conversión, han tenido el ánimo de decir Sí a la vida. Y hoy gracias a un carisma que dos locos han recibido del Dios, y que han acogido tal como son, con sus dones y su debilidad, pero han acogido este carisma, y han tenido el ánimo de soportar los sufrimientos de tal carisma. ¡Cuánto sufrimiento!
Y hoy tenemos en la Iglesia el privilegio, el regalo, de tener comunidades con familias, las
verdaderas familias, grandes familias, como muchos de vosotros, muchos de nosotros hemos
conocido en nuestra juventud en nuestra misma familia: seis, diez, doce hijos... era normal.
Hoy estamos en el desierto europeo, y aquí vemos comunidades con las familias.


[...]
Estoy convencido que Dios nos ha dado en la Iglesia este carisma, no es el único, hay muchos otros.
Pero es uno que nos enseña que sin la familia, sin el Sí a la vida no hay futuro para Iglesia.
Y por esto yo querría agradecer a nuestras familias del Camino su testimonio. Este valor de dejarse enviar por todas partes. Una familia de Viena, tiene nueve hijos, han ido en misión a Estambul, en Turquía. Estas familias nos dan el signo de lo que es la resurrección.


[...]
Entonces por esto querría, en este san lugar, pedir que el Señor entre, aunque a puerta cerrada, y nos dé coraje, aunque en los últimos cuarenta años nos haya faltado el valor de decir Sí a la vida. Lo hemos dicho, pero decirlo con esta fuerza. Y que nos perdone la falta de ánimo y nos dé la fuerza que les ha dado a los apóstoles cuando los ha enviado desde este lugar.[...]"

martes, 6 de enero de 2009

6 de enero, San Fresquín

¡Feliz año! ¡Felices Reyes! ¡¡Y feliz Internet!!
Hoy día 6 hemos vuelto de la soleada España para encontrarnos con una Alemania gélida. No fría, no. Gélida. He llegado a ver en el termómetro del coche hasta 11 bajo cero. Y todo nevado. Los paisajes son auténticas postales navideñas. Ayer, mientras estábamos esperando para ver la cabalgata decíamos: ¡caramba, qué frío hace! ¡se nos congelan los pies! Ja!, si eso era como estar en pleno verano comparado con lo que tenemos aquí. Y encima con la casa congelada, esto ha sido como meterte en la nevera. Lo típico: según entras te quitas el abrigo, te cambias, te pones cómodo. Hasta que te das cuenta de que también dentro de la casa te sale vapor por la nariz. Y empiezas a ponerte bata, forro y todo lo que pillas...

El coche lo habíamos dejado en el aeropuerto. Y es que es un aeropuerto que está lo suficientemente lejos como para que no venga nadie a buscarte. Y más un 6 de enero. Así que ahí abandonamos al pobre. Y hoy hasta que lo vi por delante parecía estar intacto. Pero no era así. El cristal de delante tenía una capa de unos 10 cm de nieve y hielo. Así que me ha tocado hacer el rasca-y-gana. He conseguido arrancarlo relativamente fácil, pero me temo que el hielo debía haber dejado un poco tocadas las marchas, los frenos y alguna otra cosa sin importancia. Pero bueno, como teníamos que llegar para ver los regalos que nos habían dejado los Reyes por aquí, todas las dificultades han sido pocas frente a nuestras ganas de verlos.
Y los niños, como siempre, han quedado sorprendidos y encantados por los juguetes. Si es que los Reyes son unos artistas. Siempre dan en el blanco. Siempre repartiendo ilusión.

En nuestra ausencia han pasado cosas de lo más divertidas por este barrio. Me lo contaba hace un rato Franklin, el sacerdote de la misión, al que habíamos dejado en nuestra casa porque le venían un par de compañeros (seminaristas) para alegrarle las Navidades.
Por un lado me decía que la Nochebuena la pasaron al calor de un par de radiadores que les dejó la abuela de mi vecino. Y es que, al parecer, nuestra instalación de calefacción hace aguas: la condensación en el circuito hace que gotee agua y ésta debió afectar alguna conexión eléctrica. Resultado: había que elegir entre tener luz o tener calefacción. Así que debieron pasar una noche como la de los belenes de corcho blanco: con escarcha en los bigotes.
Pero la mejor anécdota fue la que le ocurrió a la familia en misión que en breve compartirán periplo con nosotros. Venía Javier con cinco más para traer en coches lo más posible desde Murcia. El primer día no pudieron entrar en su casa (aún no sé por qué). Así que Franklin les albergó en la nuestra para pasar la noche. Nueve tiarrones en una casa de tres habitaciones. No quiero ni imaginármelo. Sobre todo porque camas no hay tantas...
Pero no es esa la anécdota. La cosa es que al día siguiente fueron a casa de Luciano y Mamen (la otra familia de Murcia). Les habían dejado las llaves de su casa para que sacaran de allí algunos electrodomésticos que les habíamos procurado tiempo atrás. Pues bien, parece ser que en mitad del trasvase de enseres, aparecieron por allí hasta los GEOs, alertados por los vecinos al ver a seis indeseables entrar en propiedad ajena y agenciarse unos cuantos cachivaches. Me parto sólo de pensar en la cara que pondrían los seis murcianitos al ver aparecer a la policía (que no son precisamente achaparraditos) e intentar convencerles en murciano-pichinglis (que es un dialecto parecido al gibraltareño) de que eran gente de bien, misioneros para más señas. "Sí, sí -pensarían los policías-, y ahora me vendrán con que son hermanas de la caridad vestidas de paisano"... Bien, al final tuvo que ir Jörg (el padre de la familia alemana en misión) para desfacer el entuerto. A este hombre, que ya está bastante tocado y delicado de salud, le vamos a matar a disgustos...

Otro día más. Quiero compartir mis sensaciones de estos días en nuestras tierras. Y ahora que por fin tengo Internet a mano tengo que aprovechar.
Que Dios os bendiga. Se nota que estáis rezando, porque venimos con muchas fuerzas. Así que, ¡¡que no decaiga!!