domingo, 18 de enero de 2009

El caos de Roma

Después de unos cuantos días sin poder acercarme al ordenador por motivos varios, por fin tengo un ratillo (o eso espero...).


El otro día decía que marchábamos a Roma para el envío que nos iba a hacer el Papa. El resumen es que fue un caos que mereció la pena. Fue un caos en cuanto a cómo se organizó la entrada y la colocación de tantísima gente. Según leía el día anterior, se esperaban del orden de 25.000 personas. Y ciertamente aquello fue una marea humana, descontrolada y ansiosa por entrar en la basílica y conseguir un asiento. La verdad es que en estas situaciones es cuando ves salir lo peor de cada uno, sea cristiano o no. Y si encima no está mínimamente organizado, la cosa se convierte en una batalla campal. Nosotros, que íbamos con los niños, llegamos a temer por su integridad. Nos costó un triunfo llegar todos juntos, sin que nadie se perdiera. Pero claro, cuando conseguimos entrar allí ya no cabía un alfiler. Por mucho pase que lleváramos nos tocó estar de pie (o en su defecto, sentados en el suelo) en un lateral de la basílica donde no se veía ni oía prácticamente nada. Tanto es así que Esther decidió salirse fuear de la basílica, a la plaza, para poder ver y oir algo en las pantallas que había fuera. Y la verdad es que probablemente fue la única que se enteró. En fin, con la ilusión que nos hacía el envío, el que los niños sintieran la cercanía del Papa... Pues no pude ser.


Pero por otro lado tuvimos una experiencia maravillosa con la comunidad que nos recibió allí en Roma. Nos cuidaron, nos mimaron como si fuéramos el mismo Cristo que venía a vistarles. Estuvieron pendientes constantemente de nuestras necesidades, nos abrieron sus casas, nos invitaron. Realmente un regalo. Vimos cómo la comunión de los santos en la Iglesia es algo real. Y cómo el Espíritu Santo concede el don de lenguas y el entendimiento. Nos regalaron el poder compartir una eucaristía, donde nosotros y otra familia en misión (polacos ellos, destinados a Estocolmo, Suecia) pudimos dar nuestra experiencia y hablar de nuestra vocación.
Estoy seguro que el Señor les concederá el ciento por uno por habernos acogido como lo hicieron.


Por lo demás, hemos vuelto a la rutina, que no ha sido fácil después de tres semanas de vacaciones en Madrid. Y no ha sido fácil porque allí, por unos días, te sentías de alguna forma especial. Mucha gente te paraba por la calle, te preguntaban, se interesaban por la misión. Entendí lo que debe sentir los famosos cuando salen a la calle... Llegó un momento en que ya iba mirando sólo al suelo para evitar encontrarme con nadie más, jeje.


Pero la prueba dura era para los niños. Ellos fueron los mejor acogidos y más agasajados. Eran el centro de atención. Y de fiesta, sin colegio ni deberes, yendo y viniendo con sus amigos, pues la vuelta resultó dura. Menos mal que los Reyes Magos venían aquí para darnos motivos de peso para regresar...


Ahora llevamos todos unos días con los mocos colgando. Hemos visto (y sentido) los 15º bajo cero famosos de los que me hablaban. Me parece increíble que la temperatura máxima un día puedan ser 10º bajo cero. Pero más increíble aún es que al día siguiente lo mismo, y al otro y al otro. Se ha hecho un poquito largo. Porque da una pereza siquiera asomar la nariz por la ventana. La nieve que cayó antes de que llegáramos ha durado más de diez días. Hasta prácticamente ayer, que subió la temperatura y ahora está lloviendo.


Y ayer sin ir más lejos me pillé yo un trancazo de aupa. Estuvimos moviendo muebles. Porque desde el pasado domingo están por fin aquí en Ludwigshafen la cuarta familia en misión. Les encontramos casa en diciembre. Pero estaba más vacía que la cabeza de alguno que yo me sé: sin muebles - siquiera en la cocina -, sin electrodomésticos... nada de nada. Así que, sobre la marcha, estamos amueblando la casa con todo lo que hemos ido reuniendo en los últimos meses (de gente que renovaba el mobiliario, de la parroquia que se cerró, etc.). Se trata de que estos primeros días sean lo menos traumáticos posible. Porque ciertamente lo van a ser. Haberlo dejado todo, romper con tu tierra, con tu gente, con tu familia y especialmente con tu idioma, no es plato de gusto. Pero como dice el Evangelio, el Señor provee. Esta mañana lo leíamos al rezar laudes. El Señor envió a los apóstoles sin nada más que lo puesto, pero con poder para expulsar demonios y para curar. Es decir, el Señor no te manda solo. Va contigo, te acompaña y va por delante en la misión que te encomienda. Así venimos nosotros. Así vamos todos los que hemos partido a los cinco continentes. Con la esperanza y la confianza de que la misión la lleva el Señor y de que Él nos va a cuidar como lo ha hecho hasta la fecha.


Bien, corto y cierro. Tengo a Mateito encima y también quier escribir.....

4 comentarios:

CRIS dijo...

Menuda crónica. Os invito a visitar un blog que se llama: http://todoerabueno.blogsome.com, es de un sacerdote del Camino y también hace una crónica de la celebración, él estuvo allí.

La verdad es que nunca he dudado de la dificultad de la misión, por mucho que te manden a un sitio que a priori parece medianamente civilizado o "más" si cabe, que el sitio donde vives.

Pero todo lo que dices es verdad, porque todas las familias que conozco tenéis una fuerza que enseguida se ve que no es humana.

¡¡Venga, ánimo!! Que el Señor tiene grandes planes, eso seguro,y además, siempre salen bien cuando decimos, como vosotros: "Aquí estoy Señor, para hacer tú voluntad".

Un abrazo y la paz

José Ignacio dijo...

Tienes razón, Cris. La misión es difícil estés donde estés. Ahora lo estamos reviviendo con la nueva familia que ha llegado.

Pero el Señor ayuda. ¡Vaya si ayuda! La paz y la alegría que tenemos sólo puede venir de Él.

La paz. Besos.

Anónimo dijo...

Hola!me alegro de que regresárais bien; y me alegro mucho de lo que has escrito sobre una familia que va de misión a Estocolmo, porque a mi tía que vive allí le gustaría mucho ser del Camino y si hay una familia en msión ahora será posible. Allí la sociedad está totalmente paganizada y hace muchísima falta la nueva evangelización.
Un abrazo para todos!!

José Ignacio dijo...

Ciertamente hace falta re-evangelizar toda Europa, especialmente los países del norte y del este. Hacen falta mucho más que familias en misión para poder anunciar a Jesucristo en países donde la Iglesia es un grano de arena. Pero desde luego, sin granos no hay playa...
Un fuerte abrazo para toda la familia, Juan.