lunes, 27 de abril de 2009

Mirad las aves del cielo

Decía Cristo: "ninguno puede servir a dos señores, porque amando a uno desprecia al otro. No podéis servir a Dios y al dinero".

Y es una verdad como un piano. Porque cuando te dejas llevar por la seguridad que te da el dinero, el trabajo, el futuro planeado; cuando Dios es sólo un negocio más en tu vida, al que te acojes porque te hace sentir bien a veces y, sobre todo, por si acaso aquello de la vida eterna es verdad; cuando el prójimo se convierte en tu contrincante, en tu enemigo... entonces, la vida deja de ser hermosa. La angustia reemplaza a la alegría; la desconfianza, al cariño; el miedo, a la paz. Algo falla ahí. Lo malo es que vivimos así sin darnos cuenta, pensando que es lo normal, que no se puede salir de ese círculo vicioso. Pero sí se puede. Cristo nos demostró que se puede ser libre.

Podría decir que me he liberado de ese yugo. Que siendo misionero, habiéndolo dejado todo, ya no soy esclavo del dinero, de las "seguridades". Pero no es así. El misionero sigue siendo humano y sigue siendo tentado por el demonio. El otro día pensaba que en cierto modo estamos pasando por lo mismo que Cristo (salvando las distancias, claro está): el Espíritu Santo nos ha empujado al desierto para tentarnos. Durante este último tiempo nos hemos visto en este desierto: hambrientos de afectos, necesitados de palabras que nos acompañaran en nuestro caminar, sedientos de comprensión, vapuleados por el sol de la injusticia, abrasados por el temor al futuro.
El Señor quiere que veamos qué hay en nuestro corazón. Quiere acrisolar nuestra vocación. Y el demonio aprovecha para tentar, para malmeter, para plantar cizaña, para crear división.

Quizá estoy hablando un poco en clave, ¿verdad? Voy a ser un poco menos místico. De lo que hablo es que últimamente vemos con bastante inquietud el futuro. El tema del dinero, los estudios de los hijos y algunos follones que ha habido en la misión, nos han hecho tambalear. Si os dais cuenta siempre el futuro parece horroroso. El demonio se encarga de pintártelo así. Para quitarte la paz. Una vez te la ha quitado, ya tiene la mitad de la batalla ganada. Un día de estos hablaré de un autor espiritual que me encanta; se llama Jacques Philippe (o algo así, no tengo ganas de buscar ahora su nombre). Tiene un libro realmente estupendo que se llama "La paz interior". Lo recomiendo. Es una maravilla. Pues en este libro, el autor habla de la importancia de recuperar la paz; entre otras cosas para que el Señor pueda actuar y hacer su obra.

Pues bien, como decía, mirar al futuro nos ha quitado la paz. Por ejemplo, con el tema del dinero. Ver las dificultades para encontrar trabajo (con el nivel de alemán que tengo, que aún es lamentable) y que el dinero empieza a escasear, nos pone delante la duda: ¿tendré que fiarme de Dios o es algo que tengo que resolver por mis fuerzas? ¿Realmente Dios puede ayudarme en esto? ¿Y si me falla, qué futuro me espera, qué ocurrirá con mi familia?

Ha sido (y es) un tiempo de lucha. Tratamos de apoyarnos en la oración, nos hemos confiado a la Virgen. Y hoy por hoy el Señor nos está concediendo la paz que tanto necesitamos. Tengo esperanza; creo firmemente que el Señor proveerá. Igual que nos mostró su brazo poderoso para poder venir a este país, volverá a sorprendernos. Espera en Dios, que volverás a alabarlo.

Hoy más que nunca imploro vuestras oraciones para poder vivir con alegría y con paz este tiempo de misión. No os podéis imaginar lo que nos ayudan.

Y no quería terminar sin poner unas palabras que el Señor inspiró a Santa Faustina sobre la eucaristía. Dice así:
"cuánto me duele que muy rara vez las almas se unan a mí en la Sagrada Comunión. Espero a las almas y ellas son indiferentes a mí".
¿Se refiere a los que rara vez se acercan a la eucaristía, o a los que nos acercamos cotidianamente pero sin darle mayor importancia, indiferentes, fríos...? Para la reflexión.

No hay comentarios: