domingo, 31 de agosto de 2008

Verano

Contra todos los pronósticos seguimos en verano. Por lo que nos habían dicho aquí en agosto ya hay que poner la calefacción. Pero debían ser sólo rumores. Porque llevamos un fin de semana de lo más calentito.

Y aprovechando que tenemos aquí a mi cuñada María y a su novio, José Manuel, ayer y hoy hemos ido a una piscina que hay cerca de casa. Y la verdad es que quedamos impresionados. Varias piscinas (una de ellas olímpica), un tobogán gigante, una pradera inmensa que conecta con un lago... y lo mejor, poca gente.

Los niños han disfrutado de lo lindo, especialmente los pequeños cuando nos hemos tirado por el tobogán que tanto miedo les daba. Es curioso, pero cuanto más pequeño es un niño más fácil le es confiar en su padre: Esther no ha dudado ni un solo momento en lanzarse agarrada a mí. Me recuerda al pasaje del Evangelio donde Jesús dice que el que no se haga como un niño no entrará en el Reino de los Cielos. Esa fe, ese abandono en las manos del Padre es lo que me hace falta a mí, que tantas veces estoy buscando la seguridad donde no está (especialmente en el dinero). La misión te ayuda a ver milagros, pero no te quita la tentación de tratar de agarrarte como loco a cualquier cosa que te ayude a asegurarte el futuro. Otro día hablaré algo más sobre esta lucha...

En definitiva, que el Señor nos ha regalado dos estupendos días de descanso al sol, para que no echemos mucho de menos el sol de España.

Mañana me toca seguir haciendo papeleos. Iré solo (Luciano ya se mueve lo justito del lado de Mamen), así que ya veremos qué sale. Gracias a Dios, el sacerdote Franklin ha venido esta tarde para ayudarme a traducir y rellenar un montón de papeles. Que Dios le bendiga. Sólo de pensar que tuviera que hacer estas cosas sin ayuda se me remueven las tripillas...

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