jueves, 28 de agosto de 2008

Los hijos

En las últimas entradas hablaba por encima de nuestros hijos, de algunas anécdotas relacionadas con ellos. Pero creo que es importante dedicar unas cuantas líneas a comentar cómo están viviendo esto de la misión.

Esther y yo comentábamos el otro día lo impresionados que nos tienen. No hablo ya sólo de la iniciativa de Miriam por ir a pedirle a la Virgen por su sufrimiento. Hablo de todos en general. Imagino que todos nos hacemos una idea de por todo lo que han pasado en estos últimos meses: nervios, inquietud, desasosiego, tristeza incluso. Y es que han dejado atrás, a unos dos mil y pico kilómetros, familia, amigos, compañeros... y hasta novia. Ahí es nada.
Y para colmo les hemos traido a un país en el que no se enteran ni del nodo, que tienen que estar horas y horas sentados como palos en una mesa sin saber de qué les hablan (yo el otro día en la reunión del cole, fue hora y media y casi me sacan con los pies por delante), que a duras penas pueden hablar con nadie, que para encontrar a alguien por la calle tienes que ir a buscarlo, etc etc.
Es cierto, les hemos desarraigado completamente por algo en lo que creen sus padres. De hecho, algún domingo lo han comentado miestras rezamos laudes: "esta es vuestra misión, vosotros la habeis elegido, no nosotros". Tratamos de que esos momentos de oración, con Cristo en medio de la familia, sean un tiempo para compartir las experiencias de la semana, inquietudes, alegrías, problemas... y sobre todo de comentar cómo nos encontramos en la misión y si queremos seguir o no. Pero siempre a la luz de la Palabra de Dios, que solemos tomar al azar. Esa Palabra es la que nos ayuda a todos, a cada uno en su situación particular, grandes y pequeños.

Pues bien, si decía que nos tenían impresionados es porque (a pesar de todo) se encuentran bien. En ningún momento se han rebelado ni han echado las patas p'arriba diciendo que quieren volverse. Están en misión. Y creo que el Señor les está ayudando mucho. Si hay algo de lo que estoy convencido es de que es a ellos a quien más va a ayudar la misión. De hecho, hoy por hoy son ellos los misioneros, la primera línea. Es a ellos a quienes preguntan por qué están en Alemania sin hablar una sola palabra de alemán, por qué tienen tantos hermanos...

Una de las principales razones para ponernos en disposición de ir a donde Dios quisiera fueron ellos. Muchas veces me lo he planteado: ¿qué legado podré dejar a mis hijos? ¿Una casa (o su hipoteca...)? ¿Algo de dinero? ¿Una buena educación? ¿Unos estudios?
Francamente, todo eso no les va a ayudar NADA en su vida. Así de claro. Si ven en nosotros que andamos constantemente corriendo detrás del dinero (aunque sea por ellos), eso es lo que aprenderán y como vivirán siempre. Y serán unos desgraciados; como lo he sido yo, que daba más importancia a llegar a ser alguien y a tener bienes que a Dios y a mi familia. Pero nunca es tarde para darse cuenta de lo que dice clarito el evangelio: "o Dios o el dinero". Nosotros hoy hemos apostado por Dios. Y es lo que están viendo nuestros hijos. Y ellos van a ser testigos de que Dios provee, de que Dios da el ciento por uno. Y eso va a ser un sello imborrable para ellos.

Nuestro legado, si Dios quiere, será haberles dejado un testimonio vital. Espero que ese testimonio les ayude a combatir la fe que el Señor ya les ha regalado ("el buen combate de la fe", decía San Pablo). La fe es lo único que les va a ayudar. Y llegará el momento en que tengan que defenderla solos, sin nosotros. Nuestra misión aquí (y en cualquier otra parte, pero hoy estamos aquí) es que ellos vean y sean testigos de la fe sobre la tierra. Y que esa fe no se extinga.

Ayer me enternecía cuando, estando con el obispo de Speyer (nuestra diócesis), nos dijo que nos arrodilláramos para recibir la bendición. Desde el más grande al más pequeño (menos Mateo, claro, que sólo quiere ponerse de pie) todos nos arrodillamos. Tenía a mi lado a José, Miriam y Esther, que se quedaron quietos como estatuas esperando la bendicón del obispo. Ver para creer.

En cuanto a la visita al obispo, sólo un apunte (porque estoy que me caigo de sueño). Fue corta pero intensa. Me dijo que presentara brevemente (lo repitió, o sea que debe conocer a alguien del Camino un poco pesado...) a la familia, que le contara qué hacíamos aquí, nuestra historia, etc. Y en español (porque decía que entendía... a lo mejor me tomó el pelo??). El caso es que así lo hice. Esther le añadió más o menos lo que he contado arriba: que los niños hoy por hoy son un testimonio para nosotros. Nos dio la bendición y nos despidió muy contento.
Después, el jefe de personal de la diócesis, mano derecha del obispo, nos invitó a un helado y estuvimos charlando un buen rato. Él sí que nos dio más cancha para hablar. Así que tuvimos oportunidad de proclamar la fe una vez más ;-)
Una experiencia estupenda.

Otro día, más. Y una vez más, gracias a todos los que seguís el blog. Especialmente a los que tanto os gusta y me animáis para que escriba más a menudo. Ya me gustaría... Se hace lo que se puede.

1 comentario:

jesús dijo...

Buenas tardes hermanitos.

Nos alegramos mucho de poder leer vuestro blog cada día, viendo las maravillas que el Señor va haciendo en vuestras vidas.

Estos testimonios también son un sello del amor del Padre bueno con nosotros, recordad que estáis cada día en nuestra oración.

Besitos y la Paz para todos.

Jesús y Mila.
¡Ah, publicad alguna foto más de la casa, el jardín la callle, etc, porque parece todo muy bonito!