domingo, 21 de septiembre de 2008

Bye bye, verano

Después de una semana en el dique seco, aquí estoy de vuelta. No ha sido por falta de ganas o cosas que contar, sino por falta de tiempo. Llevamos una semana de órdago, y tampoco es que estemos haciendo cosas muy especiales. Pero con el comienzo del curso de alemán las tardes se me van en un abrir y cerrar de ojos. Y entre celebraciones, preparaciones y convivencias se nos ha ido el resto del tiempo. Eso sin contar, claro, las horitas que echamos en entender y hacer los deberes... Quién me iba a decir a mí, ingeniero, que me iba a costar tanto hacer los deberes de los niños. Sí, sí, porque no les ayudo, sino que los hacemos juntos. Para mí es un reto. Cada vez que tienen un texto para lectura comprensiva (con preguntitas sobre el texto), sudo a chorros, y no precisamente por el calor.

Hablando de calor. De él nos despedimos ya hace unos días. Nos ha dicho que volverá el año que viene, allá por junio... Esta semana han bajado las temperaturas por debajo de 10º, alguna noche hemos llegado a los 5º. Así que nos fuimos corriendo a comprar abrigos.

Hoy, sin embargo, que hemos estado de convivencia, nos ha hecho un día estupendo. Hemos estado en casa de unos hermanos de la comunidad (aquí no hay casas de convivencias ni nada parecido). Pero hemos comido en un restaurante invitados por otro matrimonio que hacían sus bodas de plata. Así da gusto...

Afortunadamente en la convivencia estaba un hermano italiano que nos ha traducido durante todo el día. Y es que Luciano y Mamen no han podido estar porque hoy salía de cuentas y el ginecólogo le obligaba a ir al hospital. Al final, nada de nada, a esperar hasta que quiera salir.

La convivencia ha sido una maravilla. Y eso que sabes que muchas cosas te las pierdes por no entender nada. Pero ves que la comunión se da porque hay un mismo espítiru. Y ves que todos se esfuerzan por hablar contigo, por hacerse entender. El don de lenguas no pasa por saber alemán en tres meses, sino por la comunión con los hermanos y por la generosidad de los hermanos que te traducen. Como una hermana, que en un momento dado ha dicho, "yo os traduzco" (al inglés). Se ha puesto a mi lado y ha empezado a susurrarme; el inglés lo controla, pero el volumen, no, porque no le oía nada. Era como escuchar una confesión a través de un muro de hormigón. Pero bueno, lo que importa es la intención.

El viernes tuvimos una visita fugaz. Los hermanos que van de misión a Dinamarca, Francisco y Eva, de la parroquia Santa Rita de Madrid, pasaron por aquí de camino a su punto de destino. Bueno, realmente no fueron los dos los que vienieron, sino sólo él, al que acompañaban su hermano de sangre y un hermano de comunidad para conducir hasta el pueblecito de Dinamarca al que van. Es una alegría ver que los hermanos empiezan a salir para sus destinos. Y que el Señor está haciendo maravillas, haciendo posible lo que el demonio te pinta como imposible. Ya hemos oído el testimonio de varios hermanos que han visto cómo el Señor ha hecho auténticos milagros para ir allanando los caminos para la misión. Esto nos ayuda sobremanera para que no se nos olvide que la misión es obra del Señor, que es Él el que está empeñado en ella.

A veces te preguntas qué es lo que querrá el Señor teniéndote en la misión, con lo poco o nada que puedes hacer y -en nuestro caso- decir. Creo que ya lo he dicho alguna vez, pero no está mal recordarlo. Y es que la misión en primer lugar ayuda al misionero (es decir, a mi familia). Y eso a pesar de que la misión no tiene nada que ver con el ideal que tenía yo de cómo debía ser: nada de grandes catequesis ni evangelizaciones, nada de tiempo para dedicarte a la oración o para cultivarte leyendo... Ese es el peligro que corres aquí: que te metas tanto en el quehacer diario que te olvides de por qué estás aquí: para dar gloria a Dios, para vivir abandonado a Su voluntad.

Bien, abandono por hoy, que estoy más espeso que el puré de patata. A ver si hoy funciona esto de las fotos. Aprovechando que hoy es San Mateo, cuelgo una foto de nuestro Mateito después de fumarse un puro (o algo peor) y de nuestra princesita sin dientes, tan contenta con una medalla con el ángel de la guarda que le compramos.

No hay comentarios: