lunes, 22 de septiembre de 2008

Una de uvas

Acabo de leer una cosa que me ha gustado mucho y que me gustaría compartir. Es sobre el evangelio de este pasado domingo, la parábola del dueño de la viña que, en diferentes horas del día llama a obreros a trabajar en su viña.
Comentaba Benedicto XVI en la homilía que dirigía en la oración del Angelus:
"Está claro que el denario (el salario por trabajar en la viña) representa la vida eterna, don que Dios reserva para todos... el ser llamados (a trabajar en su viña) es ya la primera recompensa: poder trabajar en la viña del Señor, ponerse a su servicio, colaborar en su obra, constituye en sí un premio inestimable, que recompensa de todo cansancio. Pero lo comprende sólo quien ama al Señor y a su Reino".

Doy fe de que esto es cierto. Y es lo único que repito una y otra vez desde que estamos aquí: la paz y la alegría que el Señor nos está regalando por haberle dicho que sí queremos trabajar en su viña, compensa todas las adversidades y penalidades que podamos sufrir en la misión. Cuántas veces Esther y yo nos hemos dicho, "pero qué necesidad tenemos nosotros de estar aquí como inmigrantes sin-papeles, sin trabajo, desconocidos y bajo sospecha, incomprendidos y a veces despreciados, cuando lo teníamos todo". La respuesta es que, por encima de todo eso, el Señor ya nos está recompensando con una felicidad que no viene de tener o de ser. Al contrario, viene de no ser, de no tener nada seguro sino a Dios cuidando de nosotros. Qué más se puede pedir.

Dice también Benedicto XVI: "Mateo, vivió en primera persona esta experiencia. Antes de que Jesús le llamara desempeñaba la profesión de publicano y por este motivo era considerado un pecador público, excluido de la "viña del Señor". Pero todo cambia cuando Jesús, al pasar junto a su despacho de impuestos, le dice: "Sígueme". Mateo se levantó y le siguió. De publicano se convirtió inmediatamente en discípulo de Cristo. De "último" se convirtió en "primero", gracias a la lógica de Dios que --¡por suerte para él!-- es diferente a la del mundo. "No son mis pensamientos vuestros pensamientos, ni vuestros caminos son mis caminos" (Isaías 55,8). "

Eso comentaba precisamente el otro día, al preparar la eucaristía (en inglés, con un matrimonio alemán... esto es como la ONU). En mis planes jamás hubiera entrado dejar mi trabajo, mi casa, mi familia, mi comunidad, mi...mi... Porque en todo eso tenía puesta mi vida, mi esperanza, mi seguridad. Pero afortunadamente el Señor tiene misericordia... y un brazo poderoso, que ha doblegado mi razón y me ha vencido como a Jacob. No ha tenido en cuenta mi pecado, como con San Mateo, y me ha dicho "Sígueme". ¿Dónde? No te importa, confía en mí. Y es cierto, confía en Él, que volverás a alabarlo, como dice el salmo. Y eso es lo que hago hoy, alabarlo y bendecirlo por todo el bien que me ha hecho, porque a pesar de lo que soy y de cómo soy me ha llamado, me ha elegido para trabajar en su viña. Mis planes no eran los suyos. Pero de lo que no era consciente es de que el Señor sólo quiere lo mejor para mí, para mi familia. ¿A dónde nos llevarán sus planes, dónde acabaremos? Ni idea, pero no importa, ciertamente. Estoy contento de abandonarme en las manos de quien mejor puede cuidarnos. Y creo que Él sabe mejor que nadie qué es lo mejor para nosotros. Así que estoy tranquilo.

Tan tranquilo y relajado que me voy a dormir, que tengo un sueño...

1 comentario:

los de murcia dijo...

asi me gusta pijin, ya estas en la onda, pero no te pongas tan mistico, que el salario tambien puede venir en especias o esque no te acuerdas del choricicooooooooo.

anda para que no me digas que no leo el blok.
la paz para todos los lectores es una bromita de los de murcia.