miércoles, 26 de noviembre de 2008

El escándalo de la cruz

Esto lo escribí anoche. Pero, una vez más, Blogger funcionaba de pena y no me dejó poner la entrada... Les voy a mandar más lejos...

Vengo de la parroquia de nuestro barrio, donde José está haciendo las catequesis para la Primera Comunión. Un miércoles al mes nos reúne el párroco a los padres de los niños para darnos también catequesis. Es una buena iniciativa, porque muchos padres llevan a sus hijos a hacer la Primera Comunión más por cuestiones sociales que por que reconozcan la importancia del sacramento.

En todas partes cuecen habas. Porque lo mismo vimos nosotros visitando estos dos últimos años a los papás de los niños de Primera Comunión: los padres también necesitan una formación cristiana si quieren ayudar a sus hijos a crecer en la fe. De lo contrario, la Comunión se queda en un rito bonito pero vacío, sin continuidad, sin sentido al fin. Para muchos niños la Primera Comunión se convierte en la última. Yo les decía a los padres que, si realmente les interesaba transmitir la fe a sus hijos, ellos mismos debían acercarse a la iglesia (participar de la eucaristía, formarse...). Esto de formarse es especialmente importante, porque los niños preguntan. Y sus preguntas no son precisamente peritas en dulce. Hoy, sin ir más lejos, una mamá le transmitía al sacerdote una pregunta que le hacía su hija. Por lo que he podido entender era algo así como por qué existe el mal en el mundo, por qué Dios permite que la gente haga cosas malas, que ocurran desgracias, etc. La verdad es que no sé muy bien por dónde le ha salido al responder. Pero a ese tipo de preguntas sólo puedes salir victorioso de dos formas: saliendo por peteneras y mandando al niño a la cama por no acabarse la cena y andarse con preguntas bobas; o bien teniendo las ideas bien claras sobre Dios y el hombre, sobre el creador y la creatura, sobre el Amor y el amado.

Bien. Yo venía a contar todo esto de la susodicha catequesis porque estaba en ella al borde del colapso. Afortunadamente no tenía ningún objeto cortante a mano, que si no... Estaba por simular un ataque al corazón y tirarme al suelo para que me sacaran de la sala, porque tenía ya tales retortijones neuronales de escuchar y no entender ni papa... Bueno, no es cierto, algo he entendido: cuando preguntaba "¿alguna pregunta?". Je, como para preguntar estaba yo.

Lo cierto es que este tema ha sido una excusa para retomar el blog. Llevaba unos días un tanto bajo de moral, "en crisis" que dicen algunos. El Señor me ha vuelto a hacer presente que sin la cruz no es posible ser cristiano, que sólo a través de ella se llega a Cristo resucitado; o mejor dicho, sólo a través de ella Cristo resucitado se puede hacer presente en mi vida.
Hoy recordaba el Papa en su catequesis semanal el himno a la caridad de San Pablo: "Aunque hablara las lenguas de los hombres..., si no tengo caridad, soy como bronce que suena o címbalo que retiñe... La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés."
Como decía Santiago en su carta: "Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta" (2,26). Pues eso es lo que me ayuda a descubrir la cruz: lo que hay en mi corazón, lo que sale de mí; lo que hay detrás de mi débil fe, que en cuanto se pone a prueba, sucumbe.
Y el demonio lo sabe y se aprovecha. Y me lleva a escandalizarme de lo que veo dentro de mí, de mis pecados.
Pero siempre hay una palabra que te consuela, que te ayuda, que te pone de nuevo en la verdad. Hoy me acordaba de algo que he oído muchas veces. Y es que Cristo no se ha escandalizado de mí, jamás lo ha hecho. Y me ha amado hasta el extremo, hasta dar la vida por mí; precisamente cuando yo era "malvado y pecador". Él se ha subido a la cruz por mí.
Dice también el Papa: "Sería un desprecio del inestimable valor de la justificación si, habiendo sido comprados al caro precio de la sangre de Cristo, no lo glorificásemos con nuestro cuerpo. En realidad, este es precisamente nuestro culto "razonable" y al mismo tiempo "espiritual", por el que Pablo nos exhorta a "ofrecer nuestro cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios" (Rm 12,1). ¿A qué se reduciría una liturgia que se dirigiera solo al Señor y que no se convirtiera, al mismo tiempo, en servicio a los hermanos, una fe que no se expresara en la caridad? Y el Apóstol pone a menudo a sus comunidades frente al juicio final, con ocasión del cual todos "seremos puestos al descubierto ante el tribunal de Cristo, para que cada cual reciba conforme a lo que hizo en su vida mortal, el bien o el mal" (2 Cor 5,10; cfr anche Rm 2,16). Y este pensamiento debe iluminarnos en nuestra vida de cada día."

En resumen: "Justificados por el don de la fe en Cristo, estamos llamados a vivir en el amor a Cristo hacia el prójimo, porque es en este criterio en el que seremos juzgados al final de nuestra existencia."

Una vez más os pido vuestras oraciones, para que la misión dé frutos, sobre todo en nuestros corazones.

2 comentarios:

CRIS dijo...

¡¡Pues si que estás en crisis!!Jajaja

Tranquilo, que ahora viene el Adviento y luego...a celebrar...

Qué gran regalo saber que la vida siempre triunfa sobre la muerte.

Un abrazo para todos

José Ignacio dijo...

Sí, el Señor siempre ayuda dándote lo que necesitas cuando lo necesitas. Ahora tenemos la buena noticia, la gran noticia del nacimiento de Cristo. Y para que me prepare como conviene me pone delante mi realidad. Si no, ¿de qué me iba a convertir, verdad?

Besos.