lunes, 10 de noviembre de 2008

Fides et ratio

Sin que sirva de precedente, me dejan el ordenador libre a horas decentes. Así que no voy a desaprovechar la ocasión.

Hoy sólo voy a copiar unas líneas que leía del predicador del Papa con motivo de la fiesta de la dedicación de la basílica de Letrán. Aclaran algo que a veces incluso los propios cristianos tenemos un poco confuso: el porqué de tener templos y signos externos cuando parece que hoy lo que se estila (o lo que nos quieren hacer creer que está en boga) es la religión interior, en el ámbito de lo privado...

Dice así:

"¿Qué representa para la liturgia y para la espiritualidad cristiana la dedicación de una iglesia y la existencia misma de la iglesia, entendida como lugar de culto? Tenemos que comenzar con las palabras del Evangelio: "Pero llega la hora (ya estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren".

Jesús enseña que el templo de Dios es, en primer lugar, el corazón del hombre que ha acogido su palabra. Hablando de sí y del Padre dice: "vendremos a él, y haremos morada en él" (Juan 14, 23) y Pablo escribe a los cristianos: "¿No sabéis que sois santuario de Dios?" (1 Corintios 3, 16). Por tanto, el creyente es templo nuevo de Dios. Pero el lugar de la presencia de Dios y de Cristo también se encuentra "donde están dos o tres reunidos en mi nombre" (Mateo 18, 20). El Concilio Vaticano II llama a la familia "iglesia doméstica" (Lumen Gentium, 11), es decir, un pequeño templo de Dios, precisamente porque gracias al sacramento del matrimonio es, por excelencia, el lugar en el que "dos o tres" están reunidos en su nombre.

¿Por qué, entonces, los cristianos damos tanta importancia a la iglesia, si cada uno de nosotros puede adorar al Padre en espíritu y verdad en su propio corazón o en su propia casa? ¿Por qué es obligatorio ir a la iglesia todos los domingos? La respuesta es que Jesucristo no nos salva por separado; vino a formar un pueblo, una comunidad de personas, en comunión con Él y entre sí. Lo que es la casa para una familia, lo es la iglesia para la familia de Dios. No hay familia sin una casa."

Y continúa luego con algo que mencionaba en una de las últimas entradas del blog:

"Ahora bien, tenemos que evocar también un fenómeno doloroso: el abandono en masa de la participación en la iglesia y, por tanto, en la misa dominical. Las estadísticas sobre la práctica religiosa son como para echarse a llorar. Esto no quiere decir que quien no va a la iglesia haya perdido necesariamente la fe; no, lo que sucede es que se sustituye a la religión instituida por Cristo por la llamada religión "a la carta". En Estados Unidos dicen "pick and choose", toma y escoge. Como en el supermercado. Dejando la metáfora, cada quien se hace su propia idea de Dios, de la oración y se queda tan tranquilo.

Se olvida, de este modo, que Dios se ha revelado en Cristo, que Cristo predicó un Evangelio, que fundó una ekklesia, es decir, una asamblea de llamados, que instituyó los sacramentos, como signos y transmisores de su presencia y de su salvación. Ignorar todo esto para crear la propia imagen de Dios expone al subjetivismo más radical. Uno deja de confrontarse con los demás, sólo lo hace consigo mismo. Dios queda reducido a la proyección de las propias necesidades y deseos. Ya no es Dios quien crea al hombre a su imagen, sino que el hombre crea un dios a su imagen. ¡Pero es un Dios que no salva!

Ciertamente una religiosidad conformada sólo por prácticas exteriores no sirve de nada; Jesús se opone a ella en todo el Evangelio. Pero no hay oposición entre la religión de los signos y de los sacramentos y la íntima, personal; entre el rito y el espíritu."

Siempre digo que es bueno acudir a las fuentes cuando nos entran dudas de fe o cuando hay cuestiones que no tenemos muy claras sobre la Iglesia. De lo contrario corremos el riesgo de que llegue alguien, nos haga un par de preguntas y se nos venga abajo nuestra débil fe, soportada a veces sólo por argumentos que oímos hace años. Es cierto que la fe necesita de experiencia. Pero la experiencia también se adquiere a través de la lectura de los que tienen más experiencia que nosotros. De ahí que en la liturgia de las horas siempre tengamos dos lecturas largas (una de ellas de los padres de la Iglesia, Papa, obispo o similar) y la lectura del Evangelio. Como tantas veces hemos oído, la fe viene por el oído. O en su defecto, a no ser que te lo lean, viene por los ojos, por la lectura. La fe vivida por nuestros hermanos mayores en la fe es nuestro patrimonio, el legado que nos han dejado. No seamos como el hijo pródigo...
Por eso, para terminar quería dejaros un par de enlaces de Internet donde podéis encontrar la respuesta a todos los interrogantes sobre la Iglesia y sobre nuestra fe.
El primero es, claro está, la página del Vaticano, una mina de documentos únicos para entender la Iglesia de hoy. Os pongo el enlace a la página de los Papas. En cada uno aparecen todas sus encíclicas, cartas apostólicas, exhortaciones, catequesis, homilías, etc.
El segundo es la página de un teólogo americano de nuestros días. ¿Quién dijo que la teología podía ser aburrida? No sólo escribe para que se le entienda (no es como San Agustín o Santa Teresa...), sino que trata con una profundidad especial temas especialmente delicados, como la figura del Papa, de la Virgen María, los santos, los sacramentos, el purgatorio... ¿Y por qué? Pues porque era protestante, convertido al catolicismo como consecuencia de una búsqueda incansable de la verdad. La historia de este milagro y de este portentoso viaje está narrada en su libro "Roma, dulce hogar". Por cierto, su nombre, Scott Hahn. El único defecto que le he encontrado: es americano y está todo escrito en inglés... ;-) Pero para los que no os dé mucho miedo leer en bárbaro, la página donde tiene la mayoría de estos temas es:
En cualquier caso, tiene unos cuantos libros traducidos al castellano. Una pasada, oyessss. Poned su nombre en Google y seguro que encontraréis alguno. Han sido de los pocos libros que me he traído aquí (no sólo porque son pequeños, sino porque tengo la esperanza de que podré releerlos algún día), porque cada uno es como una joya.
Por cierto, no recibo comisión por hacer propaganda, que conste. Pero es que soy incondicional suyo, jeje. Otro día os contaré más cosas de él... y de su mujer. Ella tiene otro libro absolutamente demoledor. Y también os contaré cómo llegué hasta él.
Os pongo otra foto de mi Mateíto después de fumarse otro peta... Ya he conseguido que sonría, pero aún me falta que sonría y abra los ojos a la vez.

1 comentario:

MARI CARMEN dijo...

Seguid así, dándo ánimo a quienes lo necesitamos. Ya por fin he conseguido poner un comentario, jejej.Soy como San José, lento pero seguro. Un beso. La paz.