lunes, 17 de noviembre de 2008

Reconciliados con Dios

Este fin de semana hemos estado de convivencia. Y la verdad es que ha sido una gran ayuda, a pesar de que escuchar catequesis en alemán no es lo mismo que en tu propia lengua. Porque aunque Fulvio, un hermano italiano, nos ha traducido casi todo (que Dios bendiga a nuestros traductores, que se están ganando el Cielo), cuando estás pendiente de la traducción, de entender lo que te dicen, de no perder muchas palabras de esa voz en off que te llega de atrás... pues te resulta imposible interiorizar la palabra, meditar la predicación que escuchas. Pero bueno, será cuestión de tiempo. La verdad es que estoy en un punto con el alemán en el que ya distingo casi todas las palabras; es decir, voy cogiendo la musicalidad del idioma --sí, sí, aunque parezca mentira, la tiene --. No las entiendo, porque me falta todo el vocabulario del mundo, pero las distingo. Por algo se empieza. No dejéis de pedir en vuestras oraciones que el Señor nos conceda el don de lenguas y algún día podamos hablar esta.

En la convivencia tuvimos el sacramento de la Reconciliación, ese gran incomprendido. Hasta hace relativamente poco tiempo yo tampoco tenía muy claro por qué necesitaba decirle mis pecados a un sacerdote, para qué un intermediario. Pero como decía el otro día, es bueno, muy bueno, acudir a las fuentes: a los documentos de la Iglesia, a libros de autores cristianos, etc para entender. A mí me ayudó mucho un libro del teólogo americano que comentaba el otro día, Scott Hahn: "Señor, ten piedad. La fuerza sanante de la confesión". En esta obra cuenta cómo el sacramento ya se anticipa en el Antiguo Testamento, pero se revela plenamente en el Nuevo ("a quienes perdonéis los pecados, les son perdonados"). Y lo fundamental que es este sacramento para el cristiano, para la vida de fe y nuestro crecimiento espiritual ("quien oculta su pecado, no progresará"). Dice San Fulgencio de Ruspe en el oficio de lectura de hoy: "En esta vida somos transformados por la primera resurrección, que es la iluminación destinada a la conversión; por ella, pasamos de la muerte a la vida, del pecado a la justicia, de la incredulidad a la fe, de las malas acciones a una conducta santa".

Al hilo de lo que comento, sobre lo importante que es para el cristiano formarse bien para tener una opinión y argumentos para defender nuestra fe, os cuento por qué empecé yo a documentarme y a buscar información, especialmente sobre temas controvertidos.
Hace ya varios años, fui al servicio médico de mi empresa para vacunarme (me querían mandar a la India una temporadita...). Hablando con el enfermero me dijo que él ya no tenía fe (¿cómo llegamos a ese punto en la conversación? Ni idea), que la había perdido leyendo el libro de "El código Da Vinci". Que sí, que pensaba que había alguien que había creado todo, pero que por ejemplo, la Iglesia era un invento del hombre, que nos había estado lavando el cerebro desde tiempos inmemoriales, que lo de los dogmas no podía creérselo, etc etc.
Otro día hablaba de esto con Ramón, un sacerdote que estaba entonces en mi parroquia (y que hoy sigue su camino de santidad de misión en Nueva York). Le comentaba que para mí, la fe no se me podía venir abajo porque los dogmas fueran o no ciertos, que no dependía de ellos. Me contestó que la doctrina de la Iglesia es un todo, que no se pueden quitar partes, quedarnos con las que nos gustan o las que parecen más razonables y desechar otras. Todo tiene una razón, un porqué. La Iglesia no se ha inventado nada. Está todo en las Escrituras, sino dicho explícitamente, sí anunciado. Y la tradición de la Iglesia, que nos viene desde los mismos apóstoles y de los primeros discípulos, de los padres de la Iglesia, etc, es fundamental para entender el cristianismo, para entender cómo la Palabra de Dios se instauró en el mundo por obra del Espíritu Santo.
Vamos, que me dio un buen repaso. Y me recomendó que me leyera algún libro de este autor americano. Al ser converso del protestantismo, en sus libros profundiza sobre los temas más discutidos del catolicismo (el Papa, los dogmas, la Virgen, los santos, el purgatorio, los sacramentos). Empecé con la historia de su conversión y ya no pude parar. Ya he perdido la cuenta de cuántos ejemplares de sus libros hemos regalado...

Digo también todo esto porque tenemos que tener cuidado con qué cosas leemos o vemos en el cine, la televisión... Pensamos que somos adultos, que tenemos las cosas claras, que nada nos puede hacer daño. Pero no es así. Igual que la pornografía te hace daño tengas los años que tengas y sea cual sea tu condición (soltero, casado, sacerdote...), lo que veas o leas te puede formar o deformar.
Nunca me ha gustado demasiado crear polémicas. Por eso nunca suelo reenviar mails de esos en los que se habla en contra de alguien o de algo. Me parece que es mucho más productivo hablar de las cosas buenas, de lo que construye, que tratar de destruir, de crear un ambiente beligerante, de contienda, de animadversión. Dice José Ignacio Munilla, obispo de Valencia: «Es preferible encender una luz que maldecir las tinieblas». Por eso incluyo un artículo de este obispo donde sigue esta política, en relación a una película corrosiva que se ha estrenado recientemente. Ya no hablamos de mensajes más o menos subliminales contra el cristianismo, como podía haber en libros/películas como la que he mencionado antes o como "La brújula dorada", o el último libro de Ken Follet (la continuación de "Los pilares de la tierra"). Esta película es algo abiertamente agresivo, destructivo, venenoso. Podéis leer el artículo en:
http://www.nortecastilla.es/20081102/palencia/camino-alexia-20081102.html
En fin, paciencia. Al final no son ellos los culpables, sino el demonio que les tiene totalmente engañados. Dice San Pablo: "nuestra lucha no es contra la carne ni la sangre, sino contra los espíritus del mal que habitan en las tinieblas" (o algo así). Yo prefiero rezar por esta gente que aún no han descubierto las maravillas del amor de Dios, que viven sufriendo en la amargura y en la desilusión. Así amontono ascuas sobre sus cabezas...

Otro día más. Que Dios os bendiga.

1 comentario:

CRIS dijo...

La verdad es que me ha entrado el gusanillo de leer a ese Scott Hahn, ¿Me podrías recomendar alguno de sus libros en concreto?

Todo lo que has expuesto en este post me parece que da en la diana de una especie de actitud "rebelde" que se está medio colando entre los católicos, que incita a combatir más desde la protesta, la crítica y la beligerancia, que desde el amor al prójimo y al deseo de construír, no para esta vida, sino para la vida Eterna.

Todo esto es muy complicado, porque luego te levantas por la mañana y te das de narices con la bofetada de la realidad, de los males endémicos que tenemos y que nos persiguen, contra los que el combate es fortísimo y nosotros, que tenemos el enorme privilegio de estar en la Iglesia...muchas veces, ni siquiera podemos capear.

Pero bueno, me quedo con la frase de Monseñor Munilla...más nos vale ser luz que otra cosa...porque al final, el que da lo que tiene, también sale ganando.

Un abrazo y la paz con vuestra familia.

Un día de estos os mando un mail y nos presentamos un poco más, si os parece bien.