domingo, 23 de noviembre de 2008

Oh, blanca Navidad...


Sí, ya sé, aún no es Navidad (excepto para El Corte Inglés). Pero ayer amaneció todo nevado por aquí, así que ya hemos empezado a cantar villancicos. Es lo que siempre echábamos de menos cuando llegaba la Navidad, un poquito de nieve. Pues aquí ya la tenemos, después de varias previsiones fallidas (ya parecía el cuento de Pedro y el lobo). Y no parece que sea la última que vayamos a ver. Para mañana anuncian que vamos a tener 11º... ¡¡bajo cero!! de mínima. Y el martes, ¡¡¡¡¡16º bajo cero!!!!! Así que vamos a tener que embutirnos como salchichones. Pero...¿y lo bonito que es verlo todo nevado y lo divertido que es jugar a tirarse bolazos? Si esta $%&# de Blogger me deja, pondré un par de fotos.

En breve se celebra la fiesta de San Nicolás. Creo que es el día 6. Es como Santa Claus, pero sin la influencia de la "Coca-loca" ni de los centros comerciales. Trae mandarinas a los niños que se portan bien y patatas a los gamberretes. Así que en casa tenemos montada una guerra entre la pequeña Esther e Isaac, sobre quién se va a llevar unas cuantas patatas.

El viernes tuvimos una misa con el obispo. Venía a Ludwigshafen en visita pastoral.
Son de lo más curioso las misas en este país. Para empezar, les encantan las banderitas. Detrás de la presidencia se pone un montón de gente con banderas, representando a grupos, asociaciones, etc. Y se pasan la misa sujetando los mástiles. Qué ganas, ¿verdad?
Las iglesias en sí, por dentro, son muy sencillas, sin ninguna decoración, adorno o pinturas. Pero todas tienen su órgano y coro. El otro día, había un par de corales. ¡Y una orquesta! En un momento se pusieron a tocar algo que me hizo recordar a Sister Act o a El padrecito; pensé que en cualquier momento iban a salir todos bailando con los brazos para arriba, al estilo musical de Broadway. Y no es que sean misas especialmente divertidas. Todo lo contrario. Todo es muy serio, con mucho protocolo. Hay montones de monaguillos revestidos, con velas, perfectamente sincronizados.
El obispo hizo una homilía muy acertada (según me dijeron, porque mi alemán no me da para más que entender palabras sueltas). Y al terminar se quedó fuera, en la calle, al fresco, para charlar con la gente. Cuando le saludamos, se acordó de nosotros, de que estamos de misión aquí. Y como habla algo de "itañol", nos preguntó por los mayores, que qué tal en el colegio; qué tal la misión, etc. Muy majo, abierto y espontáneo.

Ayer tuve oportunidad de dar razón de mi fe. Fue a nuestro vecino, un muchacho de veintitantos años, protestante de nacimiento. Como compartimos la infraestructura de la casa (todo es una sola casa, aunque está dividida en dos viviendas independientes), compartimos los problemas de agua, calefacción, basuras... Así que hablando y hablando, él me contaba sus inquietudes en temas de fe, cómo ve casi imposible vivir una vida religiosa viviendo como todo el mundo, como te impone la sociedad occidental. Él no es practicante. Pero le gusta leer. Y me contaba que cuando algo le interesa intenta leer todo lo que puede. Así que aproveche para recomendarle a Scott Hahn -- ese teólogo americano del que he hablado últimamente--, converso del protestantismo al catolicismo en su anhelo por profundizar en su fe, por buscar respuestas a los interrogantes que se le planteaban y a los que no encontraba respuesta.
En la conversación que mantuvimos traté de contarle mi experiencia de fe. Ahí vi una vez más mi pobreza, mi incapacidad para dar testimonio de Cristo. Y no sólo porque habláramos en inglés; sino porque en esos momentos me parece que mi experiencia sólo me puede servir a mí, que para los demás puede que no representen nada más que historias, casualidades. E intento revestirla de razonamientos razonables. Total, que al final suena a cuento de hadas. Y entonces me digo, ¡vaya castaña de misionero estás hecho, amigo!
Está claro que no soy yo ni mis palabras las que van a traer a la fe a nadie. O al menos yo no lo veré, para que no me dé por vanagloriarme. Es el Señor el que toca los corazones, el que pide permiso para entrar. A veces elige la necedad de la predicación. Pero muchas veces obra a través de caminos que sólo él conoce. En cualquier caso, le recomendé que acudiera a nuestra parroquia, que ahora están dando catequesis para adultos. Le dije que escuchara y que, luego, si tenía cualquier pregunta, que fuera a hablar con los catequistas, que al menos hablan alemán y podría comunicarse mejor que conmigo (de nuevo, lo decía no sólo por el idioma, sino también por mi flojera en la lengua).
Por otro lado, me acordaba de lo que nos decían nuestros catequistas de Alemania a las familias que hemos venido en misión, cuando nos recordaban que uno de los grandes problemas del misionero es el desánimo. Porque es muy fácil abatirse y preguntarse qué demonios estamos haciendo aquí, con lo pobres y débiles que somos, cuando hay gente mucho más preparada, que conoce la lengua, que tiene don de gentes, etc. Pero es para que se cumpla aquello de que Dios escoge lo que no es, lo que no vale, la basura del mundo (suena fuerte, ¿verdad?), para dar testimonio ante el mundo. Pues en eso estamos.
Rezad por nosotros para que el Señor nos conceda ánimo, paz y alegría.

Y gracias una vez más por continuar al otro lado de la "Internés".

2 comentarios:

CRIS dijo...

Jajaja...me encanta el sentido del humor que tenéis...lo que no sé es cómo logras articular la mándíbula para dar el testimonio a 16 grados bajo cero...

¡¡¡Ese es el verdadero milagro!!!

Un abrazo, chicos

La paz

José Ignacio dijo...

Je. Me han confirmado que me había equivocado al mirar el tiempo. Debe haber otro Ludwigshafen en Alemania, pero cerca del Polo... Ese es el que va a llegar a esas temperaturas. En nuestra ciudad para esta semana se esperan "sólo" 6 bajo cero...

El sentido del humor es esencial para la misión. Bueno, y para la vida en general, ¿verdad?

Un abrazo.